¿Está perturbado Sánchez Dragó?
Difícil resulta digerir que un prolífico escritor como es Sánchez Dragó, entre en la recta final de su existencia, confesándose pedófilo irredento, en la publicación de su último libro, divulgándolo, mejor dicho, autoacusándose de semejante manera: “En su último libro Fernando Sánchez-Dragó le cuenta a Albert Boadella que se folló en Tokio a dos crías de 13 años, una detrás de otra, y que lo volvieron loco. El delito ha prescrito, comenta muy cachondo, y añade que en verdad le violaron ellas”. Lo denuncia el periodista Xabi Larrañaga en el diario Noticiasdenavarra.com, tras haber leído el último libro escrito por ambos: "En Tokio, un día, me topé con unas lolitas, pero no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rimel, tacones, minifalda... Tendrían unos trece años. Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me trajinaba".
Otras delicias punitivas que no oculta el autor, es considerarse consumidor de drogas enteogénicas, e incitar al prójimo en sus peregrinos manifiestos a su consumo, mediante el cual, manifiesta, se consigue entrar en estado de éxtasis que él ha experimentado de forma recurrente. Además, se exhibe, sin pudor, desnudo casi total en los medios televisivos de mayor consumo en nuestro país.
Mi estupefacción crece, cuando hago un recuento de los premios y honores concedidos, a partir de la muerte de Franco; entre los que se encuentra, nada menos, que el de Literatura, en el 1979. Hasta allende nuestras fronteras lo adoraban como a un Dios; en la lejana Namibia llamaron en su honor Somaticus Sánchezdragoi, a una nueva especie de escarabajo descubierta en aquel continente por aquéllas calendas.
¿Qué ha podido ocurrirle, entonces, al endiosado literato para, hasta llegar a convertirse ,en un pervertido pedófilo convicto y confeso?
Además, ni se excusa ni se arrepiente, se protege en la prescripción del delito. Se jacta de la existencia de hijos espurios, animalizando su inexistente condición paternal. Más, yo creo que un autor de su calaña debe conocer muy bien las bases y los preceptos morales, merced a los cuales han sobrevivido hasta ahora etnias y sociedades, lo que le confiere la responsabilidad de respetarlos y acatarlos con mayor ardor que, por ejemplo, sus, hoy, desconcertados lectores.
De todas las lecturas esperamos obtener unos conocimientos que enriquezcan nuestra cultura y nutra nuestra intelectualidad. ¿Se puede conseguir tal logro con tamañas invectivas? ¿Qué beneficio espera obtener con tales autorías? Yo, sinceramente creo, que alborotar para vender su putrefacta mercancía literaria.
A mi me parece que ha sufrido una indigestión cerebral, o lo que llaman los castizos diarreas mentales, de tanto leer a los ‘sabios’ de la antigua Grecia, como Sócrates, -bueno, a Sócrates no, porque el hombre, aunque hablaba y explicaba mucho y muy bien, no escribía, porque lo consideraba un exceso, una degradación para la ciencia, o algo así- pero, seguro, a sus discípulos Platón, Aristóteles… Y, por supuesto, al salido de Diógenes, de quien, me apuesto lo que sea, aprendió el aberrante ejercicio de practicar modalidades deleznables del sexo en público, cual las masturbaciones que llevaba a cabo junto al Partenón, cuando abandonaba la tinaja que usaba como habitáculo, a poco que vislumbrara hembra viviente alguna, aunque se tratara de una burra en celo; y cuando no, fantaseando sobre las curvas de las Cariátides del templo Erecteión. U otros muchos de la época y del mismo enclave que se inspiraban libidinosamente, a base de trajinarse y sobar tiernos mancebitos mariposones.
Hay gente así, que consideramos acreedores de todas las virtudes, simplemente porque una de las ramas de su cuestionable inteligencia haya salido más frondosa, que el resto, en éste caso ajadas, por las que le cuesta circular a la savia que abastece de los nutrientes necesarios para sus brotes; y, cuando las agita el viento, esas ajadas, se manifiestan en una exfoliación de hojas marchitas, amontonadas en el suelo.
Y, eso es lo que le ha quedado a éste hombre: la rama de la escribanía, pero, sin tinta en el tintero.
¡Se puede ser más!…
E.V.S.
1 comentario:
santo varón...
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