EL PARARRAYOS

Las tormentas de San Antonio son muy famosas en nuestra comarca serrana, sobre todo, aquí, en nuestra localidad de El Bosque, porque, con su aparición, puede aguarnos las fiestas patronales. Y no sería la primera vez que nuestro Santo Patrón padeciera en su imagen paterno filial amargos chaparrones de su propia cosecha, a su divino paso en procesión por las calles de nuestro municipio, o vestido de romero camino de Los Cañitos, que lo empapan como a una avecilla, como a un pajarito de aquellos que tanto gustaba al Bondadoso Santo defender y amparar; convertidos en leyenda mediante arias compuestas por hagiógrafos y trovadores, a quienes no dejó indiferentes las divinas actuaciones de protección zoológica emprendidas por el Noble Religioso.
Las referidas tormentas acontecidas el pasado San Antonio, son las que han motivado mi intelecto para abordar el teclado de mi ordenador y emplearme con el tema.

Mas, no va dedicada la presente monografía al efecto que las tormentas ejercen sobre la imagen del Santo en cuestión, sino a la acción y las causas con que nos puede sorprender a nosotros, a los simples humanos; sobre todo si viene aderezada con fuerte aparato eléctrico de condición malintencionada, dispuesta a lanzar rayos y centellas a diestro y siniestro, sobre nuestros vulnerables asentamientos.

Para dicha contingencia no estamos, en absoluto, preparados en, prácticamente, ningún municipio español. No hacemos justicia de esta manera a la Normativa aparecida en el Boletín Oficial en el mes de septiembre del 2006, que ordena preceptiva la instalación de pararrayos en todos los edificios de nueva construcción, en los espacios docentes, sanitarios, etc.

Es conveniente conocer los datos que a continuación expongo, para no ignorar el nefasto alcance que pueden producir estos elementos eléctricos, sin la oportuna prevención contra los mismos:
En nuestro planeta se generan la friolera 8.000.000 de rayos diarios, (a diario); los cuales ocasionan 52 muertos y cientos de heridos ; cuantiosas pérdidas materiales y cifras indeterminadas de animales afectados por sus mortíferas descargas.

Estas fatalidades podrían evitarse en un alto porcentaje si cumpliesen los encargados correspondientes con la expresada normativa, que, lejos de llevarlas a cabo, permiten que pueblos como el nuestro, por ejemplo, carezcan de la más mínima cobertura contra la acción de la ceraunología generadora de los rayos.
Al menos, que yo sepa, aparte de los existentes en la subestación eléctrica y en los centros de transformación de Sevillana, sólo existe un pararrayos –digamos municipal- en nuestra localidad de El Bosque, el cual se encuentra instalado en el Colegio Público Albarracín. Y, para colmo, es de la gama de los polémicos radiactivos, de los cuales, se instalaron en España unos 25.000. Ignoro si es con razón o sin ella, que han sido prohibidos por la autoridad correspondiente, y se están desmantelando en casi toda la nación desde hace tiempo, aduciendo su alto contenido en americio, materia considerada perniciosa para el ser humano y para el Medio Ambiente, por sus efectos –dicen- cancerígenos. Es un asunto aún en ciernes de una resolución, donde no cabe la opinión de los profanos como yo.

Al margen de esa controversia, las autoridades pertinentes debieran ser conscientes del peligro que entraña la ausencia de instalaciones de estos artificios de Franklin, siendo, además, de obligado rigor el cumplimiento de esta normativa en los núcleos urbanos, por el mismo procedimiento que son tratados debidamente los depósitos de agua potable dirigida al consumo humano, y analizados oportunamente por un seguimiento sanitario el pescado y los víveres que se exponen a la venta en los mercados de abasto, etc. Todo ello, va, igualmente, en pos de velar por la salud ciudadana y la creciente calidad de vida de Occidente.

Pero, no es suficiente sólo con dotar a las ciudades de los pararrayos correspondientes, después queda la ineludible tarea de su mantenimiento, lo cual supone un trabajo y un presupuesto, mayor que el que se deriva de su colocación.
De nada sirve instalar un artilugio de tecnología punta, si luego no se le hace el seguimiento y el mantenimiento correspondiente; la revisión anual es imprescindible, pues la suciedad, el orín, el moho, etc., dificultan sobremanera la actividad y la función de los mecanismos que hacen efectiva la atracción de la chispa eléctrica y su derivación a tierra. Y, si en alguna ocasión ha sido activado por la acción de un rayo, la revisión debe ser exhaustiva y minuciosa, pues, lo más probable, es que haya sido inutilizado por la exerciva descarga que constituye éste.

Partiendo de la base, de que un pararrayos, ejerce una cobertura que alcanza los cien metros de radio, ¿cuántos harían falta para garantizar la cobertura en todo el área que ocupa nuestro pueblo de El Bosque?

Sirva de aviso el documento que suscribo, para que las autoridades pertinentes tomen buena nota del peligro que constituye para todos los ciudadanos, la ausencia de los descritos pararrayos en los núcleos de población.

Dicho sea con carácter desiderativo, que, si se toman al pie de la letra los consejos que a continuación describo, podrían evitarse importantes accidentes derivados de estos fenómenos meteorológicos:

1.- Ha sido sobradamente demostrado a nivel científico que, el efecto caja, evita la acción de los rayos, es decir, que en un habitáculo cerrado, como por ejemplo, un automóvil, nos encontramos a salvo de padecer la sacudida eléctrica en solfa.

2.- En campo abierto resulta peligroso intentar esquivar los rayos tendiéndose en el suelo; es más conveniente agazaparse, pero que sean las suelas de los zapatos las que estén en contacto con la tierra, no el cuerpo. Igualmente, evitar refugiarse bajo un árbol; esgrimir un objeto vertical a modo de lanza; cobijarse bajo un paraguas; acercarse a tendidos o postes eléctricos, o cualquier otro elemento vertical, etc. etc.

3.- En casa, la prevención consiste en cerrar todas las ventanas y huecos que permitan el paso de los rayos; apagar y desenchufar todos los aparatos eléctricos y electrónicos, así como alejarse de instalaciones eléctricas, objetos metálicos y chimeneas. Y, mucho ojo con las antenas de televisión o de cualquier otro tipo, pues éstas, se comportan como auténticos conductores de las descargas disruptivas.

E.V.S.

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