LA OTRA CARA DE LA CRISIS



Me van a permitir la introducción del breve prefacio que sigue, para que nos facilite más, con los datos que aporta, la comprensión de las cuestiones que trata el presente artículo.

A todas las situaciones se les puede sacar partido, por negativas que nos parezcan, merced al tremendo poder de adaptación que el hombre posee, basado en la experiencia y, sobre todo, en la historia grabada en nuestro A.D.N. que, inconscientemente, nos aporta reflejos para afrontar circunstancias imprevistas que, en otras modalidades, quizás, hayan sido vividas en tiempos primigenios, -y no tan remotos-, por los humanos, (memoria colectiva) quedando grabadas en los entresijos de nuestras mentes, en forma de vivencias que se ‘adhieren’ al subconsciente, para devolvérnoslas de modo sintetizado a nuestra memoria en los momentos oportunos.

En el caso que nos ocupa tal vez resulte suficiente con conocer los datos que nos proporciona la historia crematística occidental acaecida durante el último siglo y medio.

Valga de ejemplo la sonada Recesión estadounidense, más conocida como 'El Crack del 29', o el ‘Jueves Negro’, acontecido el aciago 24 de octubre de 1929, que hundió la Bolsa (Wall Street), hasta el más profundo abismo financiero, contagiando su patología a todo Occidente y buena parte de Oriente.




De ser la mayor Potencia Económica del mundo, (al término de la 1ª. Guerra Mundial se vivieron allí unos tiempos de inmejorable bonanza, lo que acuñó términos como ‘Los Felices Años Veinte’) pasó, América del Norte, a ser la más depauperada; circunstancia acontecida en tan sólo cuestión de días.


Uno de los diversos motivos que propició aquel dramático evento tuvo por objeto la tendencia contraída por los estadounidenses a vivir derrochando a troche y moche, sin reparar en gastos ni en futuro: solicitaban préstamos que invertían en arriesgadas operaciones de bolsa; no escatimaban en gastos en cuanto a fiestas y parrandas se entregaban; en indumentaria se gastaban sumas considerables, (obsérvense imágenes de la época: embutidos en sus caros trajes y tocados, pomposos los de ellas, de impecable confección y buen género los de ellos).

En fin, lo que se llama vivir al día, pero a lo grande.
De izqquierda a derecha, Stalin, Roosevelt y churchil

Aquella tendencia nefasta de la economía, cambió merced a la capacidad de reacción de aquel gran país y a la aguda perspicacia de su presidente Roosevelt, quien provocó un coma inducido a la difícil situación e introdujo eficaces elementos correctores, como el de bajar los impuestos, y muchos otros más sofisticados, que obtuvieron eficientes resultados al medio plazo, logrando corregir –como digo- la tendencia negativa de la Recesión.

Pero, la principal proeza y los principales logros, se obtuvieron merced a la colectiva actuación de los escarmentados ciudadanos, quienes, decididos y resueltos a todo por salir de la dramática situación, optaron por el sacrificio y arrimar el hombro, comenzando por acatar y aprovechar al máximo cuantas medidas les marcó su gobierno, llevándolas a cabo a rajatabla, e, incluso, fueron mas allá, sacrificando el modus vivendi de que en tiempos pretéritos hacían gala, volviéndose austeros, ahorradores y produciendo más rendimiento en sus labores; renunciando a los placeres mundanos, aprovechando al límite los escasos recursos disponibles, limitando el consumo superfluo, excluyendo los sindicatos de sus programas alborotos, agitaciones y manifestaciones callejeras…



En fin, un cambio radical de criterios y una lección magistral de civismo que se vio compensado con un nuevo estado de bonanza, eso sí, más cauta y sosegada, de nuevo quebrantada por la dramática crisis que, en la actualidad, recorre todo el orbe, de la que ellos han sido palmariamente afectados como consecuencia de la amnesia que ha invadido su materia gris. Tendrán que volver a desenfundar esa poderosa capacidad de reacción, para, de nuevo salir a flote.




Mas, en lo que a nosotros los españoles nos atañe, hay que destacar, como medidas de subsistencia adoptadas, las que a continuación se enumeran:

1.- La sumisión con que en éste estado de cosas aceptamos cualquier trabajo que antes desdeñábamos por no encontrarse dentro del término municipal, por no resultar de nuestro agrado o, simplemente, por la confianza que daba la gran demanda de mano de obra, que nos permitía elegir entre muchos empleos; quienes conservan aún su empleo hoy, lo aprecia muchísimo más, y lo cuida como en realidad merece; los demás, aceptamos un puesto de trabajo en cualquier parte de Europa.

2.- Antes de la Deflación se exigían salarios muy por encima de los establecidos por los respectivos convenios, principalmente en el gremio de la construcción, llegándose a pagar, por ejemplo, durante la ejecución de las instalaciones de la Expo de Sevilla, jornales cuatro veces por encima del susodicho convenio; en la actualidad se trabaja hasta por debajo de lo establecido; eso, quien tiene la suerte de ser contratado. También nos mostrábamos reticentes con el cumplimiento del horario vigente. Cada obrero se agenciaba un reloj, del que apenas apartaba la vista, suspirando porque se acercara la hora de plegar y abandonar, siempre de forma anticipada, el tajo, en numerosas ocasiones, hasta sin recoger todas las herramientas y abalorios de la faena; afortunadamente también parece que se está corrigiendo esa conducta inaceptable.

3.- Acudíamos al centro de trabajo con cierta desgana o abulia; en el bocadillo empleábamos 45 y hasta 60 minutos, cuando lo recogido en la normativa son 15 minutos; solicitábamos la baja médica por cualquier algidez que se soluciona con la ingesta de una aspirina; si la esposa de un obrero, los hijos o, en algunos casos, hasta algún sobrino, contraía cistitis, gastroenteritis, u otra leve patología, se propiciaba su ingreso en un centro hospitalario al objeto de perder un día laboral acompañando al paciente, sin penalización ni descuento alguno en la nómina mensual ni en los gastos de la seguros sociales; ahora esas prácticas casi han desaparecido, sobre todo por el miedo a perder el empleo por el uso abusivo de la picaresca.

4.- El empresario se denostaba, se catalogaba como a un enemigo, como algo subversivo, como un explotador en el peor sentido de la palabra; hoy, a los pocos que quedan se tratan con otra consideración, nos hemos dado cuenta que son, por excelencia, el factor, que genera puestos de trabajo. Se habla, como no podía ser de otra forma, de los empresarios honrados, que son la inmensa mayoría en España.

5.- Los asuetos ya no son tan anchos ni tan largos, ahora nos conformamos con modestos 'picnic' en el campo que, por otro lado, hasta resultan más saludables.

6.- Están en franca decadencia esas fastuosas celebraciones de bodas, comuniones y bautizos, que constituían un gasto equivalente a los ingresos de medio año de trabajo del jornalero que lo celebra. En la actualidad se organizan de forma más modesta y acorde a los ingresos de cada cual; recortamos hasta límites inusitados todos los gastos derivados del hogar, así como cambiar cada dos por tres los muebles; usamos más los interruptores de la luz y menos las estufas y los calentadores eléctricos para frenar en la medida que sea posible la rueda del contador; nos estamos deshaciendo del coche de ‘repuesto’; se restringen las visitas a los bares, medida, también, que no sólo resulta saludable para el bolsillo, si no para nuestro propio organismo; se están recobrando los antiguos huertos, donde se cultivan las hortalizas necesarias para la cocina, como antaño; las gallinas también están tomando carta de naturaleza en nuestras vidas, otra ventaja de la crisis que nos brinda la oportunidad de recobrar las delicias que nos proporciona el cocinar ricos y frescos los socorridos huevos de campo.

7.- Existen mil modalidades más en materia de medidas de austeridad que faltan en la lista, por no hacerla más prolija, pero, en definitiva, estamos recuperando el viejo hábito a apretarnos el flojo cinturón de antaño, con resultados más que aceptables, en toda la sociedad: ricos y pobres. Los pobres por imperiosa necesidad; los ricos por miedo y empatía.

No en breve, pero, con el tiempo, veremos la prosperidad renacer de la crisis -si prospera este nuevo estilo de vida- como crece la yerba sobre el yermo guijarro , además de avezarnos en la adusta práctica de la supervivencia.

E.V.S.

3 comentarios:

www.jesusbenitez.com dijo...

LA INTELIGENCIA SOCIAL

En su nuevo artículo ‘La otra cara de la crisis’, Emilio Vázquez realiza una minuciosa, pedagógica e instructiva descripción de la metamorfosis, o catarsis regenerativa, que la sociedad está evidenciando ante este ‘Crack del Siglo XXI’ que vivimos. Haciendo gala de su inigualable pozo de Ciencia, prosa limpia (plena de matices) y socorrida documentación histórica, el autor de Odas Lugareñas propone una reflexión positiva de los terribles momentos que padecemos, con analogías acertadas y recurrentes del ‘Jueves Negro’ o la ‘resurrección promovida’ por Franklin Delano Roosevelt.
Describe el escritor de El Bosque siete puntos (7) que delatan un cambio en la conciencia ciudadana, derivado de las precariedades que está soportando y, a la vez, nos abre la puerta para ampliar esos 7 puntos hasta el millar (¿?). Es aquí donde, humildemente, me permito aportar mi granito de arena a las teorías simétricas de Emilio Vázquez.
Estoy de acuerdo en que la parte fundamental de la recuperación económica se centra o circunscribe al cambio de mentalidad, hábitos y actitudes ciudadanas, individuales. Correcto. Así es, cada ente unipersonal, está obligado a un ejercicio de autocrítica y cambio de costumbres; tiene que regenerarse, sobrevivir, sacar adelante a su especie. Pero debe existir también paridad entre ese esfuerzo individual y el que realicen los dos pilares básicos del Sistema: gobiernos y mundo financiero. Estos dos últimos son los que han llevado a la sociedad a su desmadre moral y colectivo, auspiciando desde el libertinaje ético (despilfarro ecléctico) un efímero y psicotrópico Estado del Bienestar. Por ello, pongamos los focos sobre políticos y banqueros, para contemplar cuál es la catarsis que ellos están dispuestos a poner en práctica; deben demostrar que hay un camino para la recuperación, trazar nuevas líneas, rumbo, horizonte; tienen que modelizar, dar ejemplo, implicarse, para no provocar nuevas caídas, abandonando demagogias y prácticas vomitivas, perjudiciales, renunciando a la demagogia y mirándose permanentemente el ombligo. Ahí está la clave, ahí…
Y es que, como afirmaba mi admirado Eduardo Punset, magnífico divulgador científico, en un reciente artículo, las resurrecciones no son hechos tan individuales o de anacoretas solitarios, por el contrario, se precisan movimientos telúricos colectivos (dixit): “Me habían engañado cuando intentaban convencerme de que la soledad y el aislamiento son la situación ideal para innovar pensando. Cuando un cerebro se relaciona con otro, nace lo que los neurólogos llaman la inteligencia social, siendo, precisamente, las innovaciones establecidas entre los dos cerebros el soporte que sustenta la complejidad necesaria para que se produzca la innovación. Que sin estudiar ni trabajar el universo sería más pequeño y la vida no habría aparecido”. Eso es lo que nos salvará de la quema, o debería…

© Jesús Benítez
Mayo de 2010
www.jesusbenitez.com

recíproco dijo...

Ante las preclaras explicaciones sobre los motivos de la crisis actual, tanto del Sr. Vázquez Sarmiento como del Sr. Benitez, parece de todo punto aventurado participar en ese debate. Sin embargo, sí quisiera introducir una reflexión que, a mi juicio, incide o modifica un tanto la misma: la obligatoriedad de tomar esas medidas que tan convenientes (necesarias) nos proponen esos autores. En mi opinión tiene poco mérito prescindir de lujosas fiestas, vacaciones, en fin: todo tipo de derroches si únicamente lo hacemos porque han mermado ostensiblemente nuestros ingresos. Pienso que todo eso tendría que haberse llevado a cabo de forma preventiva, gastando con inteligencia y previsión de futuro, aunque pudiésemos permitirnos ciertos excesos…, para prevenir, para haber evitado el desencadenamiento de esta crisis. Pero, tanto el P.E.R. (sirva de ejemplo) como un inexplicable despilfarro por parte de la ciudadanía en los tiempos de bonanza me hacen temer que no aprendamos del pasado (‘déjame que me equivoque por mí mismo’) y que cuando se supere esta crisis volveremos a ser esas cigarras cantarinas, despreocupadas e inconscientes…
Y los empresarios –en este punto difiero del Sr. Vázquez Sarmiento- seguirán siendo denostados por una gran parte de ciertas ideologías, que los considerarán cocausantes del desaguisado, arremetiendo contra ellos, convirtiéndolos en ‘cabezas de turco’ para escudar a quienes no saben o no quieren tomar las medidas oportunas para resolver esta difícil situación (léase Gobierno actual).
Y los sindicatos celebrarán sus ‘doses’ de mayo atacando, entre otros, a los empresarios, a los que achacaran una buena parte de todos los males.
Nada hay nuevo bajo el sol, nadie quiere aprender en cabeza ajena…y ojalá que me equivoque.

EMILIO VAZQUEZ dijo...

Quedo gratamente sorprendido de la loa tan bien elaborada que nos ofrece Jesús Benítez.
Complace la experiencia y la madurez que el escritor desgrana, como disfruta el aficionado de una gran faena taurina de un diestro brillante.
Me deja afectado en un estado de sana envidia, al tiempo que recibo una provechosa lección de la que tomo buena nota, para aplicar en posteriores lances semánticos en el presente Blog.

Sirva, pues,mi humilde esquela de agradecimiento, al autor de 'LA INTELIGENCIA SOLCIAL'