HISTORIA DE EL BOSQUE RESUMIDA



P R E F A C I O

He considerado oportuno aguardar un prudente espacio de tiempo antes de publicar en mi Blog la historia que a continuación se expone, porque mi amigo Antonio Domínguez ha publicado hace algún tiempo ‘El Bosque entre la historia y la leyenda’ y pensé que podría interferir dicha actuación en la venta de sus ejemplares. De aquel tiempo a esta parte creo que se ha agotado la edición, y he decidido no privar a los conciudadanos de este municipio de El Bosque, de esta joya histórica de la autoría de Jesús de las Cuevas, sobre la cual he investigado para conseguir algún ejemplar sin poderlo conseguir. ¡No me lo explico! Entonces, rebuscando entre mis viejos papeles, muchos amarillentos por el tinte sombrío del paso de los años, he encontrado un tocho de cuartillas cuasi ilegibles por la acción descrita del tiempo, grapadas toscamente y sin título. Cual no sería mi sorpresa al emplearme en su lectura y descubrir que se trataba de una copia del libro que con tanto anhelo andaba buscando; nos las facilitaron desde el ayuntamiento a un grupo de ciudadanos que estuvimos participando en un programa de la televisión –Canal Sur- cuyo título era “Tal como somos”. En los momentos que esto escribo no recuerdo la fecha.
Sin pensarlo dos veces me agarré al teclado del ordenador y empleé cinco ilusionantes días en transcribirlo al presente portal.

Y, ahí lo tenéis. Quienes decidan leerlo no saldrán defraudados. Disfrutarán de una placiente lectura y conocerán un pasado bosquense asombroso. Y lo mejor: muy resumido.

Debió acabar de escribir este libro D. Jesús de las Cuevas sobre el 1980. Es un dato ha tener en cuenta por las fechas en que están datados la descripción de las circunstancias y eventos.

Como antes digo no conozco el título y es la única creatividad que le aporto a la obra. 

E.V.S.




C A R A C T E R E S   G E O G R Á F I C O S


SITUACION Y LIMITES


El territorio de El Bosque ocupa la parte noroeste cuando fue  del  partido judicial de Grazalema, con una extensión de 3.063 hectáreas. Su posición corresponde al contacto entre la sierra y las vegas, por lo que su geografía y su historia participan en cierto modo de la de ambas regiones. Esta distribución procede de su segregación de un término más extenso, lo que queda de manifiesto por la disposición de sus límites. 
El vértice norte del término es el punto común para la división entre Grazalema, Zahara de la Sierra, Prado del Rey y El Bosque; se encuentra en la cima de un cerro, sobre el Arroyo del Espino, que debe haber servido siempre de referencia para los deslindes entre estas poblaciones. El límite occidental corresponde en toda su anchura a la separación con  Prado del Rey, localidad de creación poco anterior  a la de El Bosque, con cuyo término estuvo unida en otras épocas. Por el sur, el término busca el punto de unión entre el río ‘El Bosque’ y el Tavizna, donde se forma el río Majaceite. Desde aquí hacia el noroeste se sigue una línea divisoria con término de Benaocaz, que recorre el río Tavizna y sube luego hasta el pico de la sierra Albarracín. Desde este punto, vuelve la linde hacia  el vértice norte formando límite con el término de Grazalema.
La disposición general del término corresponde por tanto a la vertiente de la serranía en contacto con las tierras llanas de Arcos de la Frontera.




G  E  O  L  O  G  Í  A


La estructura de los terrenos naturales en el término de El Bosque pone de manifiesto la composición de los distintos niveles característicos de las eras secundaria y terciaria en la provincia.
En el fondo de los valles fluviales que ocupan gran parte del término, se ponen de manifiesto las margas abigarradas de gran contenido yesífero que proceden de la formación lacustre salobre característica del triásico. Esta formación geológica es la más antigua de la provincia y se debe a los rellenos sedimentarios ocurridos a comienzos de la era secundaria. En las montañas de la parte oriental del término aparecen rocas calizas de época jurásica, que tienen su mayor desarrollo en el macizo de Grazalema. Sobre estas calizas se depositan las margas pizarreñas en las estribaciones de las sierras de Albarracín y El Labradillo. Estos suelos jurásicos y cretácicos corresponden a los sedimentos recientes de la era secundaria y han sufrido una erosión importante, reduciéndose su extinción y dejando al descubierto el terreno triásico más antiguo. 
Tras la emersión de estos terrenos secundarios se produjo en época terciaria una invasión marítima importante que dio lugar a la formación de depósitos más modernos. Al Eoceno corresponden los montes que se extienden hacia Prado del Rey, formados por margas y calizas menos compactas de las del secundario. En el ángulo occidental del término, aparecen  los únicos suelos de época oligocénica, en la variedad denominada arenisca del Algibe, sobre las que existe también un pequeño depósito miocénico al que corresponde el Cabezo de Hortales.
Las alteraciones sufridas por las distintas capas geológicas durante el Cuaternario, no tienen un gran significado ya que pueden limitarse a la erosión pluvial. El conjunto de los terrenos de El Bosque permite restituir con facilidad la historia geológica de la serranía, ya que se encuentran representados aquí la mayor parte de los sedimentos característicos.




R  E  L  I  E  V  E 


Como corresponde a una zona de transición  entre la sierra y el valle, existe en el término de El Bosque un desnivel considerable que desciende casi 800 m. desde el pico más alto de la sierra Albarracín hasta el río ‘El Bosque’ en un recorrido de siete kilómetros. Las sierras El Labradillo y Albarracín corresponden al extremo occidental del macizo del Pinar de Grazalema, donde nacen los arroyos más importantes del término que se unen al norte de la población para formar el río El Bosque. El valle creado por este río, constituye una depresión que es el eje principal del término, limitado al oeste por las montañas donde se encuentra Prado del Rey y por el Cabezo de Hortales. Al sur del término, el valle se amplía en la confluencia con  el río Tavizna, dando lugar al río Majaceite.
Dentro de las características comunes a otros pueblos de la serranía, El Bosque presenta una mayor extensión de terrenos llanos que le proporcionan aspectos paisajísticos singulares y más cercanos a los de los pueblos de la campiña. En este sentido se puede considerar que se trata de un paisaje de transición entre las dos comarcas, pero sin que existan unas formas peculiares de este paisaje, sino más bien la conexión de ambos sin elementos intermedios de transición.




C  O  M  U  N  I  C  A  C  I  O  N  E  S


El Bosque se ha beneficiado en las últimas décadas de las mejoras en las carreteras, que le permiten ser el punto de enlace fundamental para los accesos a la serranía. Al oeste de la localidad está el cruce entre la carretera más usada de Sevilla a Ubrique, y la comarcal 344 de Jerez de la Frontera a Ronda. Tras la renovación del trazado entre El Bosque y Grazalema, toda la circulación de Arcos de la Frontera a Ronda se puede encauzar por la villa, al igual que el tráfico hacia Jerez de la Frontera, Cádiz y Sevilla.
La reunión de estas vías caracterizan a El Bosque como lugar de paso para las rutas de mayor significado turístico en la región. Aquí se articulan los enlaces, entre Sevilla y Jerez de la Frontera con la costa malagueña a través de Ronda, lo que determina una afluencia de viajeros para lo que ésta puede ser el lugar adecuado para el descanso. De este modo han ido surgiendo en el tramo de la carretera común a ambas vías hostales, piscinas públicas y restaurantes, entre los que destaca por su categoría el Hostal las Truchas, sito en el municipio de El Bosque.
Para la Villa  de  El Bosque  se  abre  así un  nuevo  panorama  de  desarrollo  económico, basado en la explotación de recursos  turísticos,  actividad  que  ha  sido  ya encauzada en  otros pueblos de la serranía.




ESTRUCTURA DEMOGRÁFICA


Las variaciones en el índice de la población de El Bosque, indican un  pequeño progreso ininterrumpido desde su fundación hasta el momento actual, que supone la duplicación del número de habitantes, con período de mayor auge en las décadas de 1940-1960. Desde esta última fecha la población es prácticamente estable en el censo, lo que revela una emigración progresiva  de los que podían constituir el incremento natural, aunque tampoco la emigración puede considerarse alarmante.




C  L  I  M  A  T  O  L  O  G  Í  A


Ante la carencia de datos concretos sobre mediciones climáticas específicas en el término de El Bosque en la actualidad, es necesario recurrir a los conocimientos aportados por los observatorios más próximos para establecer los caracteres más destacables.
Por lo que se refiere a las temperaturas, las apreciaciones medias no se diferencian especialmente de lo normal de la provincia. En el invierno las mínimas pueden rondar los cero grados, e incluso descender más en casos excepcionales, aunque la media sea más templada y los descensos se reflejen esencialmente en las heladas del fin de la noche. En verano se pueden citar temperaturas extremas que superen lo 40 grados, pero este hecho es también de carácter excepcional. En líneas generales se considera a El Bosque dentro de la zona de provincia en la que los rigores estivales quedan atemperados por la proximidad de la serranía sin que lleguen a darse los fríos invernales que la caracterizan.
Por lo que se refiere a lo pluviosidad de la zona, nos encontramos ante un sector de precipitaciones moderadas, similares a las de la media de la provincia.  No se dan aquí las elevadas cifras que registran otras localidades serranas, precisamente por su orientación hacia poniente, que coincide con las vertientes de menos pluviosidad.
La ausencia de vientos fuerte u otros factores de alteración, permiten equiparar el clima de El Bosque con el normal en las zonas interiores de la provincia. Sin embargo, el influjo serrano provoca unos veranos más templados que han influido en la elección de El Bosque como lugar adecuado para las vacaciones estivales.




R  E  C  U  R  S  O  S    E  C  O  N  Ó  M  I  C  O  S  


La extensión del término de El Bosque equivale aproximadamente a la mitad de la de los otros pueblos de la serranía como Ubrique, Benaocaz y Villaluenga y a sólo la cuarta parte del término de Grazalema. Sin embargo, sus recursos agrícolas son los más importantes de las cinco villas, puesto que posee 1.700 hectáreas de tierra de labor y 200 de regadíos. Igualmente, supera a las restantes ciudades del partido en la extensión de sus olivares y huertas, y sólo unas 34 hectáreas pueden considerarse improductivas ya que las sierras que posee tienen arbolado y pastos aprovechables. Esta diferenciación caracteriza a El Bosque por su preponderancia agrícolas frente a las poblaciones vecinas y llevan a considerar sus terrenos más como de campiña que como de serranía.
En el censo ganadero El Bosque posee un número de cabezas algo inferior a las poblaciones serranas debido a su menor extensión. Así y todo, alcanza en cabras y vacas un censo similar al de otros lugares próximos por lo que puede pensarse que el territorio de El Bosque es el mejor explotado en este aspecto de toda la serranía.
La población del monte Albarracín ha supuesto  la puesta en explotación sistemática de un importante bosque cuyo rendimiento maderero constituye también una aportación interesante a la economía de El Bosque. La plantación de pinos ocupa toda la falda del monte que domina a la población, lo que ha supuesto un cambio notable y la puesta en producción de la parte del término menos fructífera.
Entre los atractivos que se ha añadido a El Bosque en las últimas décadas hay que destacar la repoblación truchera de su río que cuenta con unas instalaciones de crianza importantes al margen del curso del río El Bosque. La trucha ha sido la especie más cultivada debido especialmente al interés deportivo de su pesca que convoca anualmente  a un buen número de aficionados. Esta implantación pesquera ha dado nombre al Hostal las Truchas, que es uno de los establecimientos hoteleros más importantes de la zona y ha aportado un nuevo elemento económico y turístico que ya se identifica plenamente con El Bosque.




L A S   S A L I N A S   D E   H O R T A L E S


Ya en el siglo XIV, está atestiguada la existencia de esta antigua salina en documentos de Alfonso XI que hacen referencia al “Alanzel de la sal”, así como de  la pequeña aldea que existía en el campo de Hortales cuyos vecinos desde entonces se dedicaron a la explotación de la salina, por las especialidades de la sal que de ella se extraía. Cuando los habitantes debido a las continuas incursiones moriscas se vieron obligados a abandonar la aldea, sólo en la época estival volvían al lugar a explotar las salinas, amparados en la protección que les proporcionaba la cercana fortaleza de Matrera. Su actividad debieron continuar en siglos posteriores más pacíficos, ya que son citadas por Madoz en su “ Diccionario geográfico” en el siglo XIX y aún hoy en día se encuentra en plena actividad.
Están situadas al pie del conocido Cabezo de Hortales, de donde le viene su nombre y se llega a ella a través de un camino de dos kilómetros que sale de la carretera comarcal 344 (Jerez-Ronda) y es el paso natural a las fincas que rodean el Cabezo. Este camino constituye la línea divisoria entre el término territorial de El Bosque y Prado del Rey.
Estas salinas están formadas por dos partes bien diferenciadas , una de trazado antiguo e irregular, donde las pozas y los saleros se suceden sin un orden determinado entorno al gran calentador general, y otra moderna perfectamente regular y simétrica, situada junto al antiguo caserío que domina las salinas.
El agua que alimenta las salinas, de conocidos poderes medicinales, proviene de un cercano manantial contiguo al camino. Esta agua sufre un lento proceso de evaporación en  los distintos compartimentos en que está dividida la instalación y constituye el esquema general de la salina. Los más importantes son: el calentador, las pozas, los saleros y las regaderas. El calentador es un gran depósito donde se acumula el agua y donde se inicia el proceso de calentamiento, al mismo tiempo que va aumentando el grado de salinidad. El agua una vez caliente pasa  a través de las regaderas a las distintas pozas, de cuyo número depende la mayor o menor extensión de la salina y es aquí donde el agua inicia el proceso de evaporación y cristalización y empieza a formarse la sal. Las pozas son unos recipientes en forma rectangular con orificios de entrada del agua, hechos en un barro especial y piedra revestida de cemento, aunque actualmente sólo puede verse el  lecho de piedra ya que el revestimiento de cemento ha sido corroído por la acción destructiva de la sal. Cuando el agua está completamente evaporada, se saca la sal y se deposita en los saleros en forma de montones piramidales. También se llama saleros a los caminos empedrados que hay entre las pozas para que  pasen las caballerías encargadas de transportar la sal. El elemento más tradicional para la extracción de la sal es la tabla o ‘varacha’ como se llama en la salina de Hortales. Está compuesta por una tabla plana hecha de madera de quejigo de noventa centímetros aproximadamente y la vara que suele ser de fresno o eucalipto y tiene una longitud cercana a los tres metros. Una variedad más pequeña de la ‘varacha’ es el rodillo que se utiliza para ‘cotear’ las pozas. El tapón es un grueso taco de madera enmangado que se coloca horizontalmente  en los orificios para regular la salida del agua. Además se utilizan otra serie de útiles típicos comunes al resto de las salinas, como  palas de hierro y de madera, parihuelas y todos los arreos necesarios para el transporte de la sal con  la ayuda de una caballería.
La salina de Hortales  es una pequeña industria a cielo abierto, que da trabajo a tres o cuatro jornaleros procedentes de El Bosque en las épocas estivales de máximo rendimiento; durante el resto del año, el capataz vigila la conservación de las instalaciones y prevé las faenas necesarias. En los meses de abril y mayo  comienza la limpieza de las pozas y a continuación empieza el trabajo de la sal que dará sus primeros frutos aproximadamente a primero del mes de julio, dependiendo siempre de las temperaturas y del viento reinante. Se saca la sal dos o tres veces en temporada y al final se realiza un “rebusquillo”.
Junto a esta salina se encuentra la de Prado del Rey, más pequeña pero también más antigua. La principal salida de la sal procedente de ambas salinas es la destinada a la salazón del pescado.




P  R  E  H  I  S  T  O  R  I  A


Generalmente se entiende por Prehistoria aquella etapa cronológica anterior a la aparición del documento escrito. En este período existen culturas diferentes que vienen dadas por la serie de avances técnicos que el hombre dificultosamente va logrando en su lucha por la supervivencia. Así tenemos, la Edad de la  Piedra, caracterizada por la fabricación de útiles de piedras y la Edad de los Metales, en la que lentamente hace su entrada el cobre, el bronce y culmina con  la aparición del hierro. El descubrimiento de este último elemento es simultáneo de los primeros documentos escritos, con  los cuales se puede decir que el hombre abandona la Prehistoria y se incorpora de lleno a la etapa histórica. 




EL   H O M B R E   PALEOLÍTICO 


Nada sabemos con exactitud del hombre que en épocas remotas habitó la zona de El Bosque, pero es de suponer, como sucede en otros lugares donde los estudios arqueológicos han proporcionado datos concretos, que las principales actividades que ocuparon a este hombre fueron las derivadas de la búsqueda de alimentos y  la protección contra la intemperie.
La caza, la pesca y  la recolección de frutos, le proporcionaban una serie de alimentos primarios que el hombre lograba conseguir con  la ayuda de sus rudimentarios útiles: hachas de mano, raspadores, raederas, arpones, etc.
Vivían en abrigos o cuevas, recintos pequeños abiertos en las rocas a los que se llegaba con más o menos dificultad; estos lugares les proporcionaban una gran protección contra los animales, al mismo tiempo que los reservaban de las lluvias y los aislaban del frío y del calor. Estos hombres habitaban estos lugares donde la naturaleza se mostraba más generosa, abandonándolos una vez que les habían sacado el máximo rendimiento. Era, pues, un tipo de vida nómada en la que los hombres y mujeres se desplazaban con facilidad llevando consigo solamente la parte más apreciada de su ajuar.
Aunque no se conocen exactamente restos de Paleolítico en el término de El Bosque, hay que esperar que las cuevas que bordean el curso del Majaceite, ya en término de Algar, y Arcos de la Frontera, actualmente en excavación, permitan conocer estos estadios más primitivos de la presencia humana en la zona.




E L   I  N  I  C  I  O   D  E   L  A   A  G  R  I  C  U  L  T  U  R  A 


La etapa que tradicionalmente viene considerándose como Revolución Neolítica, corresponde a un período muy breve de la historia del hombre si la comparamos con  el prolongado Paleolítico. A partir del año 10.000 a. C. empiezan a realizarse en el próximo Oriente una serie de descubrimientos y progresos técnicos que cambian favorablemente la vida del hombre.
Este hombre neolítico se hace agricultor y     ganadero a diferencia de sus antepasados recolectores y cazadores, a causa del conocimiento cada vez más amplio que va adquiriendo sobre la vida de plantas y animales en su lucha diaria por buscarse el sustento. El término de El Bosque, es actualmente la zona más fértil de todo el partido judicial de Grazalema, por lo que es lógico suponer que desde la más remota antigüedad, la agricultura ha sido objeto de atención por parte del hombre. La observación del ciclo natural de las plantas dio la posibilidad de cultivar las tierras y organizar sistemas rotativos de cosechas con las consiguientes ventajas para el hombre neolítico, que sin tener que trasladar su lugar de vivienda, encontró que tenía siempre cerca un trozo de tierra fértil para cultivar. Este gran avance unido a la domesticación de animales pequeños por parte del hombre que le permitía tener carne abundante sin necesidad de emprender grandes cacerías, hizo que el hombre dejara de ser nómada y hacerse sedentario.
La falta de datos concretos referentes al Neolítico en esta zona, nos obliga a dar una cronología aproximada relacionándola con la de aquellos lugares en los que los estudios científicos no han proporcionado resultados más concretos.
         Neolítico I, inicios hacia el 3.000 a. C.
                               final hacia el 2.500 a. C. 
   
        Neolítico II, inicios hacia el 2.500 a. C.
                                final hacia el  2.000 a.C.




Las dos fases neolíticas se producen en un espacio de tiempo simultáneo, debido a que existen dos corrientes paralelas.  Mientras esta se extiende hacia las costas mediterráneas, otra se adentra en el interior de la serranía.
Por los restos de animales y de cultura material encontrados en el término de El  Bosque, tanto en superficie como el algunas excavaciones realizadas en cuevas del lugar, sabemos que sus habitantes eran gentes sencillas dedicados a la agricultura y la ganadería. La ganadería queda atestiguada por los restos de especies domésticas: cerdos, cabras, etc., encontrados en el interior de las cuevas y que hasta el momento han podido ser identificados con certeza. El uso de la agricultura está probado por los hallazgos verificados de hachas para enmangar, a veces cilíndricas y de gran tamaño, que eran utilizadas como azadas. Así, junto al río de El Bosque, en zonas apropiadas para esta agricultura primitiva, se ha registrado la aparición de algunas hachas pulimentadas de basalto gris, cuyo empleo en las labores de labranza es muy probable. También ya en  término de Prado del Rey, procedentes del cerro Moñia o cerro de la Ermita, aparecieron hachas de piedra que se conservaban en la biblioteca de dicha localidad.
Aunque se produjeron importantes hallazgos en el campo de la agricultura y la ganadería, se mantuvo todavía el sistema tradicional de caza realizado con arco y flecha. Puede decirse, pues, que es una etapa de transición, de cambio, en la que el hombre neolítico participa todavía de las ventajas de sus antecesores paleolíticos.
Todavía se producirían otra serie de avances que poco a poco irán cambiando la vida del hombre, tales como la fabricación de la cerámica y su utilización como recipientes para contener los alimentos. Es una cerámica basta, hecha a mano y pintada en rojo oscuro, a la almagra, por la parte interior y exterior del recipiente; otras veces esta pintura era utilizada como motivo de decoración incisa en zig-zag.  




L A   C U L T U R A   D E   L A S   C U E V A S 


El tipo de habitación utilizado en el Neolítico era generalmente en cuevas, pero por las excavaciones realizadas en algunos poblados pertenecientes a esta época, es de suponer la existencia de cabañas circulares semihundidas en el suelo. La existencia de muchas de estas cabañas en zonas próximas a las cuevas o abrigos, nos hacen pensar que fueran utilizadas como corral para los animales.
Las cuevas utilizadas durante el Paleolítico y abandonadas como tipo habitual de habitación durante el Epipaleolítico, debido al mejoramiento progresivo del clima y al sistema nómada de sus habitantes, vuelve a imperar como tipo de viviendas en el Neolítico, debido a la necesidad de defensa contra otros pueblos superiores propio de una comunidad que ya poseía unas reglas sociales derivadas de la incipiente existencia del derecho y de las clases sociales.
Estos abrigos o cuevas eran habitados en la entrada o vestíbulo y las primeras salas a las que fácilmente llegaba la luz del sol, reservando el interior, más en penumbra como lugar de culto y enterramiento, según ha quedado reflejado en excavaciones realizadas en algunas cuevas.
Los principales hallazgos materiales producidos por esta cultura en el transcurso de excavaciones son grandes vasos de cerámica de gruesas paredes, realizados en una arcilla llena de impurezas y mostrando al exterior una superficie rugosa. Algunos están decorados en relieve, con una especie de cordones de barro con impresiones digitales, pezones o decoraciones unguiculares cubriendo toda o parte de la superficie de los vasos. Este tipo de decoración pobre en los yacimientos muy primitivos, se va enriqueciendo con el transcurso del tiempo hasta llegar a un tipo de decoración incisa derivada de la anterior.
Entre los materiales líticos destacan las hachas de piedra pulimentadas o bien hachas de piedra natural a las que se les ha hecho filo y los toscos molinos de mano.
Los objetos derivados de la industria del hueso forman también una serie interesante dentro del material típico de una escultura, los más importantes son  los punzones realizados con los huesos largos de animales grandes, agujas, etc.
Es típico de esta cultura la ausencia de armas arrojadizas, puntas de flechas, dardos, etc. y además objetos bélicos, lo que prueba el carácter pacífico de esta población que si bien al principio ocuparía zonas extensas de la península, se fue arrinconando poco a poco en los lugares montañosos debido al empuje de las culturas vecinas superiores: la megalítica y la almeriense.




L O S   P R I M E R O S  M E T A L Ú R G I C O S


El descubrimiento del cobre, si bien ha supuesto un avance revolucionario en la historia de la humanidad llegando a dividir la Prehistoria en dos aspectos bien diferentes, la Edad de la Piedra y la Edad de los Metales, no produjo en su momento una gran alteración en cuanto al sistema económico y social de sus descubridores. Esto fue debido, de una parte, a la escasa cantidad de yacimientos de este metal que existen en  la zona de El Bosque, y de otra, a la poca habilidad de la población para manejarlo hasta que lentamente se fueron produciendo los primeros conocimientos metalúrgicos. El primer metal fue cobre, utilizado en su estado nativo, más tarde la metalúrgica permitió el descubrimiento del bronce y del hierro.
Así pues, se trata de un período de fusión cultural en el que la población neolítica va asimilando lentamente la serie de avances técnicos derivados de la metalúrgica, al mismo tiempo enclaves cerrados de cultura esencialmente lítica. Simultáneamente, este sector más progresista se ve afectado por las influencias de las nuevas colonizaciones procedentes tanto de la costa como del interior de la Península.




C U L T U R A   D O L M É N I C A


La Cultura Megalítica o Dolménica, llamada también Cultura Occidental Atlántica se deja sentir desde el final del Neolítico hasta comienzos del Eneolítico.
Se caracteriza por la construcción de recintos funerarios en los que se depositaban los cadáveres rodeados por un extenso ajuar compuesto por sus objetos más personales: armas, utensilios, etc…, y ofrendas familiares. El tipo más importante de enterramiento es el dolmen, construcción en forma de mesa realizada con varias piedras verticales alineadas en forma paralela sobre las que descansan una grande o varias más pequeñas colocadas en posición horizontal.
Las excavaciones realizadas en el interior de estos recintos han dejado piezas suficientes que han permitido el estudio de la Cultura Dolménica: cuchillos de silex, hachas de piedra pulimentada hechas con diorita y basalto, objetos de cerámica realizados en pasta tosca y mal cocida, generalmente sin decorar, tales como escudillas, cuencos esféricos o con fondo plano, etc… y útiles de huesos tales como punzones y agujas con o sin perforación.
Los lugares destacados donde han sido localizados los recintos dolménicos, prueban que se trata de un pueblo emprendedor que poco a poco ha ido ocupando las posiciones más privilegiadas y que en algunos casos han dominado y absorbido a su antecesora cultura de las cuevas. 




LAS LOCALIZACIONES  MEDITERRÁNEAS


A comienzos del primer milenio a.C. y atraídos por el descubrimiento de la metalúrgica van apareciendo en  la península una serie de pueblos, primero los fenicios y más tarde los griegos y cartagineses, que bajo el pretexto de realizar transacciones comerciales se van asentando poco a poco provocando una importante fusión cultural. Son estos primitivos contactos comerciales con su correspondiente repercusión cultural los que aceleran la introducción de la Península en la historia general del mundo antiguo.
Desde un principio se produjo una fusión cultural entre lo autóctono y todo lo que de novedad iban aportando los nuevos colonizadores procedentes de las costas mediterráneas. Este primitivo ambiente de fusión pasó pronto a convertirse en una asimilación evidente de un sistema peculiar de escritura, moneda, etc…, con lo que el pueblo libio-fenice procedente del norte de África llegó a dominar rápidamente toda la parte occidental de la provincia de Cádiz, teniendo como foco originario la bahía de Algeciras, la cuenca de Barbate y las fértiles vegas del Majaceite y del Guadalete.
La población de Iptuci (Cabezo de Hortales) situada en la ribera opuesta donde confluyen el río de El Bosque y el Tavizna para formar el Majaceite, era el núcleo libio-fenicio más importante en esta zona de El Bosque. A través de esta ciudad llega a la serranía el conocimiento de la escritura, el empleo de la moneda como instrumento de comercio y progresos fundamentales en la agricultura, sobre todo el cultivo de la vid y el olivo.




L A   E D A D   A N T I G U A


Durante el período de las colonizaciones mediterráneas y especialmente en épocas romanas, el término municipal de El Bosque queda dentro de la zona de influencia de Iptuci, la ciudad que ocupaba el Cabezo de Hortales, y a la que correspondía el dominio de la cuenca alta del Majaceite. La historia de El Bosque en esta época, no puede ser por tanto, sino un reflejo de la historia conocida de Iptuci, de cuyo desarrollo dependerá en todos los casos la situación general de la comarca.




LA   O C U P A C I Ó N   R O M A N A 


No existen acontecimientos importantes que permitan suponer que la región de El Bosque se viera afectada directamente por la segunda guerra púnica. Hay que pensar más bien, que su entrada dentro del dominio romano se produjo en el primer cuarto de siglo II a.C. junto con Lascuta, Asta y otras poblaciones del interior de la provincia de Cádiz que se integraron entonces en la administración romana.
No puede olvidarse, sin embargo, que los terrenos de El Bosque abiertos a la vega, tendrían mayor atractivo que las serranías pobres, en la que esta población pudo ser más tardía. Además, por las proximidades de Iptuci debía pasar la vía romana de Córdoba a Carteia, que fue durante el período republicano la principal comunicación entre el valle del Guadalquivir y la costa, lo que sitúa a esta región en un ambiente de tráfico e intercambios comerciales muy importantes.
Por todo ello, la romanización debió ser rápida, aunque se mantuvieron formas de organizaciones y residuos comerciales propios de la civilización libio-fenice antecesora.
Cuando en el siglo I de nuestra era, Plinio recoge las relaciones de ciudades existentes en la Bética, Iptuci aparece como tributaria dentro del convento jurídico gaditano. Este encuadre administrativo es consecuente con su posición geográfica y con el origen técnico de los habitantes de la zona. La condición de ciudad estipendiaria no supone un rango especial en el terreno económico, sino una clasificación jurídica derivada de la forma en la que esta ciudad se había adherido al sistema romano.




I P T U C I 


La localización exacta de la antigua ciudad de Iptuci quedó plenamente asegurada con el descubrimiento el pasado siglo XIX de la inscripción latina que se encuentra desde entonces empotrada en la base de la torre de la Iglesia de Prado del Rey. Aunque la lectura de esta lápida presenta varias dificultades por su desgaste, y sólo llegó a verse completa tras la incorporación de otro fragmento encontrado a principio del siglo XX, la cita en ella del “ordo iptucitanorum”, asegura el emplazamiento de la ciudad libio-fenice y romana en el cerro que hoy llamamos Cabezo de Hortales.
Mayor seguridad a la identificación se obtiene del hallazgo más reciente de una lámina de bronce en la que figura un acuerdo de hospitalidad entre Iptuci y Ucubi, aparecida en el mismo lugar en el año 1950.
El emplazamiento de la antigua ciudad corresponde a toda la meseta superior de la llamada Cabeza de Hortales, cerro aislado de 470 m. de altitud, que se encuentra junto al punto donde se dividen los términos de El Bosque, Arcos de la Frontera y Prado del Rey, pero dentro del territorio de esta última localidad. Los hallazgos arqueológicos allí efectuados han sido muy numerosos y corresponden sobre todo a monedas y pequeños objetos de época romana, pero los testimonios más interesantes son los que ofrecen las ruinas  de grandes edificios en la parte más alta de la meseta, y las murallas que refuerzan sus excelentes defensas topográficas.




EL  BOSQUE  EN  EL  TERRITORIO  DE  IPTUCI 


Aunque no existen testimonios sobre el asentamiento de colonos romanos en la ciudad de Iptuci, la presencia de personajes de nombre latino y la cultura material de la población, indican que la romanización sería rápida y efectiva. Precisamente, el mantenimiento de un sistema administrativo relativamente independiente, indican que la ciudad poseía una organización propia y de cierto rango antes de la llegada de los romanos, lo que facilitaría también el progreso cultural.
Faltan todavía unas investigaciones detalladas sobre el trazado de la vía que comunicaba Córdoba y Carteria, pero los datos suministrados por Mancheño y la investigación directa del terreno no han permitido  reconocer el trayecto correspondiente a las proximidades de El Bosque. La vía bajaba desde Puerto Serrano hacia Prado del Rey, atravesando esta población, y descendía después hacia la llanura de Hortales, coincidiendo muy probablemente con el camino bajo de Prado del Rey a El Bosque, y luego con el antiguo camino de El Bosque a Algar, que pasa por la falda del cerro de Hortales y corresponde también al límite municipal entre Prado del Rey y El Bosque.
El trazado que hoy puede rastrearse debe corresponder a un período avanzado en la época romana, cuando la organización del territorio correspondía ya a las normas habituales a los repartos agrícolas romanos o centuriaciones.  Al analizar sobre los mapas los vestigios de esta primitiva organización agrícola, se comprueba que los ejes principales coinciden precisamente con el camino de El Bosque a Algar y con la cañada que une a Bornos con el Cabezo de Hortales. El cruce de estas líneas principales de la organización, viene a coincidir aproximadamente con el punto donde se dividen los términos municipales de El Bosque, Prado del Rey y Arcos de la Frontera, lo que permite comprobar que los hitos fundamentales en la organización actual del territorio, son pervivencias evidentes de la profunda romanización que se vivió aquí.
Desde este punto de vista, puede demostrarse que el término municipal correspondiente hoy a El Bosque, corresponde con uno de los cuatro cuadrantes que formaban la centuriación del territorio de Iptuci, en este caso, el cuadrante noreste, o la parte “dextra postica” si ampliamos los términos propios de la centuriación. Mientras que en el terreno correspondiente a Arcos de la Frontera y Prado del Rey de este territorio son evidentes los indicios de parcelaciones divisorias, en el término de El Bosque faltan, casi por completo, estas líneas intermedias, por lo que puede pensarse que este término estaba destinado a los usos forestales que le son más propios, constituyendo la “prata et silvae publicae” de la ciudad de Iptuci.
Es interesante comprobar cómo el nombre de El Bosque puede definir perfectamente la función territorial desde la edad antigua.    




E P Í G R A F E   D E   I P T U C I 


Los documentos escritos son siempre las fuentes más directas y seguras para conocer la historia. De la antigua Iptuci y de la ocupación romana en su territorio se conservan varios testimonios epigráficos de los que ya se han hecho mención.
Algunos son simples fragmentos como la encontrada por  Mancheño en 1896, con el rótulo  A E L I A  o la descubierta más recientemente por Hernández Parrales con el texto:
A   V   G   F
N   O
N   A   B   I
N   C   I
En el Museo de Cádiz existe un pedestal funerario adquirido en 1896 en Iptuci con el texto:
A T I N I A E   F E S T E   A   -X
A T I N I V S  R E S T……
S-LIB-D






Pero la lápida de mayor interés es el pedestal empotrado en la base de la torre de la Iglesia parroquial de Prado del Rey, cuya parte inferior rescató el erudito de Grazalema D. Francisco Mateos Gago y que completó D. Enrique Romero de Torres, al descubrir a principio del siglo XX el fragmento correspondiente a las dos líneas superiores. Su texto es el siguiente:
FABIA. LY
INSEN.SI
STAMENTO. SVO
PONI.IVSSIT, QVAN
PONENDAM. CVRA
VIT. FABIUS. MONT
ANUS. FRATER. ET. HE
RES. EIIVS. ACEPTO. LO
CO.A.SPLENDIDISSIMO
ORDINE. IPTVCITANORV
EX.MORE.DEDICAV
I T
Por la disposición de las palabras, cortadas arbitrariamente en las líneas, se comprueba que el lapicida era poco experimentado, y el texto de las primeras líneas es difícil de completar, pero puede resumirse, que se trata de la dedicación de una escultura por Fabio Montano a su hermana Fabia en un lugar concedido por el ayuntamiento iptuciano.
Otra inscripción de singular importancia es la lámina de bronce encontrada en 1950, y existente hoy en el museo de Cádiz. Contiene un tratado de hospitalidad, lo que hoy llamaríamos un tratado de amistad y cooperación, entre Iptuci y la colonia de Ucubi, una importante ciudad romana que existió donde hoy Espejo en la provincia de Córdoba y de la que se conocen acuerdos con otras poblaciones que indican su importancia en las relaciones económica de las antiguas ciudades españolas. En este bronce se indican los nombres de los cónsules romanos que desempeñaban este cargo en el año 31 de nuestra era, y los magistrados municipales que firmaron el acuerdo:




  (P V BL)  IO ME (MMIO  REGVULO  ET)
L  (VCIO)  FV(L)CINIO  TRIONE  C  (ONSVLIBVS)


SENA TVS. POPVLUSQUE. IPTUCCITANORVM  (HOSPITIVM)
FECIT. CVM. COLONIS. COLONIAE. CLARITA (TIS  JVLIAE)
VCVBI. LIBERIS. POSTERISQVE. EORVMS  (IBI  LIBERIS) 
POSTERISQVE. SVIS
EGERVNT
                                               C.      TREBECIVS  LVC  (ANVS)
                                         C.      ATTIVS         SEV(ERVS)
                                         L.      CATINVS      OP(TATVS)






N U M I S M Á T I C A 


Las monedas son un documento arqueológico de primer orden ya que permiten analizar, tanto el panorama económico de una localidad  como su importancia dentro de la región en que se sitúa. Para ello es importante conocer el mayor número de piezas procedentes de un mismo lugar, ya que sus distintas fechas y los lugares de acuñación permiten establecer el desarrollo comercial de la ciudad. En este sentido hubiera sido de gran importancia conocer la gran colección reunida por el médico de Prado del Rey D. Manuel Hidalgo, ya que procedían fundamentalmente de Iptuci y su número debía sobrepasar los diez mil según los cálculos de Mancheño. Tan importante acopio de material numismático desapareció con  el fallecimiento del citado médico en las fundiciones de Cádiz y Benamhoma, con lo que se perdió un conjunto de gran interés para conocer mejor la historia de Iptuci.
De similar importancia es la investigación sobre monedas acuñadas por las propias ciudades en las que se refleja el poder económico alcanzado, así como la cultura propia de sus habitantes. Iptuci acuñó monedas con tipos muy peculiares y letreros en el alfabético llamado libio-fenice que indican la presencia aquí de una civilización peculiar. El tipo más significativo en los anversos es el de la cabeza de Hércules habitual en las monedas gaditanas, y también una cabeza con diadema acompañada con el nombre de la ciudad en caracteres latinos. En los reversos figura siempre una rueda de ocho radios, en cuyos sectores intermedios se lee el letrero de la ciudad, a veces con letras latinas, y en otros casos con letras de origen fenicio correspondientes al alfabeto peculiar de las ciudades libio-fenices de la provincia de Cádiz.
A pesar de que estas leyendas no han sido aún interpretadas en forma satisfactoria, son un documento de entidad suficiente para comprobar que Iptuci alcanzó durante los últimos siglos anteriores a la era cristiana una independencia administrativa y una indudable preponderancia en su región que la convertían en la metrópoli más destacada de la cuenca alta del Majaceite y de la inmediata serranía.




O T R O S   R E S T O S    R O M A N O S


Aparte de la civilización urbana que en el territorio de El Bosque está representada por Iptuci, hay que contar con una población rural distribuida en pequeñas explotaciones agrarias de las que surgieron paulatinamente las grandes villas rústicas de la baja romanidad.
De estos establecimientos campesinos quedan vestigios de difícil localización como los de la Necrópolis excavada modernamente cerca del propio pueblo de El Bosque y que parece corresponder a los enterramientos de un establecimiento agrario que pudo ser el antecedente más directo del poblado actual.
Fue descubierta de forma casual por D. José Rodríguez Plasencia en diciembre de 1977, mientras se realizaban trabajos de recolección forestal en el lugar conocido con el nombre de ‘Cerro del Tesorillo’.
Sus coordenadas son las siguientes:
Longitud:  1.o  48  10”.
Latitud:   36. o 45  50”.
En los terrenos ocupados por la Necrópolis se procedió a la realización de una detallada prospección arqueológica a la que siguió la excavación de cada una de las tumbas que fueron apareciendo. En ellas se apreciaron tres tipos  distintos de enterramientos orientados todos ellos de este a oeste como es usual en el mundo romano.
--Sarcófago tallado en piedra ostionera, cerrado por aparejo de piedras y sillares regulares.
--Tumbas construidas con lajas o losas talladas cubiertas con el mismo aparejo de piedras y sillares regulares.
--Tumbas de losas recubiertas de cantos derrubiales y bovedillas de opus signinum muy tosco.




L A   É P O C A   D E L   P R I M E R   C R I S T I A N I S M O


El decaimiento de la cultura romana y las invasiones de los pueblos bárbaros coinciden  con la implantación generalizada del culto cristiano en el territorio peninsular. En este período debió mantenerse, aunque en forma inestable la estructura de villas rurales con preponderancia cada vez mayor sobre los poblados. La ocupación  bizantina a fines del siglo VI supone un nuevo foco de intranquilidad cuya transparencia histórica no  ha podido aún con detalle.
Conocemos algunos vestigios de época visigoda que marcan la existencia de un edificio rodeado de enterramientos en parajes muy próximos al término de El Bosque. Se trata de una serie de inscripciones, entre las que se encuentra un fragmento de mesa de altar y varias lápidas funerarias. Una de estas lápidas estaba usada por sus dos caras y correspondía a un enterramiento del año 542, y su reutilización en el 649. la rotura y reaprovechamiento de la lápida entre las dos fechas, puede ser indicativo de alguna campaña de devastación atribuida a la ocupación bizantina.
El lugar de estos hallazgos es la zona inmediata al arroyo del Chorreadero, junto al llamado Rancho de los Bueyes y se encuentra a unos cinco kilómetros de El Bosque, junto al antiguo camino de Zahara y en el término de dicha localidad. 


O C U P A C I Ó N   I S L Á M I C A 


El territorio de El Bosque al igual que el resto de los pueblos de la serranía gaditana, estuvo sometido al poderío musulmán durante largo espacio de tiempo comprendido desde el comienzo del siglo VIII en que se realizan las campañas de Tarik y la reconquista cristiana llevada a acabo por los Reyes Católicos a finales del siglo XV y que culmina con la caída de Ronda, en que se produce la desarticulación definitiva de los invasores musulmanes. 
A lo largo d estos siete largos siglos se produce en la ciudad de El Bosque una etapa de confusionismo originada por las dificultades internas surgidas ante la necesaria convivencia de la población serrana con la nueva población islámica. Se producen cambios en todos los órdenes de la organización social, política, económica e incluso religiosa, llegando a producirse una etapa de intranquilidad que no cesará hasta la reconquista cristiana.




OCUPACIÓN BEREBER   DE  LA  SERRANÍA


Las fuentes tradicionales de la ocupación árabe de la baja Andalucía, establecen un reparto territorial de la zona del partido judicial de Grazalema, según el cual, las tribus bereberes procedentes del norte de África se asentaron en las zonas más montañosas de nuestra serranía, mientras que las tribus de origen árabe y las orientales se establecieron en las zonas más fértiles de la campiña. Estos asentamientos están siendo ratificados por las nuevas investigaciones toponímicas que sobre el origen del nombre de muchos pueblos se vienen efectuando. Así pues, hay que suponer, que fueron tribus bereberes las que se asentaron en la zona de El Bosque. Este grupo convertido muy recientemente al islamismo, era muy afín en su raza a los peninsulares y había llevado desde siempre formas de vida similares a las de la serranía. Se produjo, pues, una fusión tal entre la bereber y la hispana que permitió la convivencia mutua  durante todo este período anterior a la reconquista.
A lo largo de siglos sucesivos fueron aumentando las oleadas de grupos invasores que inundaban la zona. Entre ellos existían diferencias raciales importantes derivadas de las distintas naciones integradas en la comunidad musulmana. Los orientales, sirios, árabes y yenemíes, eran los que gobernaban, dirigían y los que dictaban las leyes político-administrativas, ya que eran los más adelantados culturalmente. En cambio, los bereberes venidos del norte de África, eran un grupo islamizado y mucho más sencillo en lo que a formas culturales se refiere. Es por estas razones, por lo que en los primeros siglos del poder islámico se formó un complicado panorama étnico en Al-Andalus que sólo se solucionó temporalmente con la implantación de califato cordobés.




S I N C R E T I S M O   R E L I G I O S O


Fueron muchos los habitantes de la sierra que interesadamente se convirtieron a la religión islámica, buscando con el favor de sus gobernantes opresores llevar una vida tranquila y una serie de beneficios en todos los órdenes sociales. Aquella parte de la población hispana que no renunció a sus creencias religiosas, quedó marginada, y fueron muchos de estos a los que se llamó mozarábes, que poco a poco, ante las progresivas dificultades de mantener su religión cristiana, se fueron acercando a las nuevas creencias islámicas.
Hasta el siglo X, época en que se consolida definitivamente el califato, no se produjo una integración religiosa completa.
En general la tolerancia con los cristianos fue una costumbre generalizada, sobre todo por la imposibilidad que suponía el sustituir desde el principio, todo el volumen de población necesario para ocupar adecuadamente el territorio. La población se mantuvo mediante la imposición de un nuevo sistema político, administrativo y fiscal, se hicieron tributarios de los invasores, de tal manera que esta población muladí, o conservaban sus tierras pagando tributos o las mantenían mediante un peculiar sistema de arrendamiento. 




O M A R   B E N   HAFSUM


Las revueltas bereberes y la rebelión mozárabe son los principales problemas que se plantean en el territorio de Al-Andalus durante los siglos VIII y IX. El Bosque forma parte rebelde de la serranía, lo que supone que sus moradores se mantuvieron en estado  de guerra hasta el siglo X en que se produciría la implantación del califato cordobés.
El principal protagonista de la sublevación mozárabe fue Omar ben Hafsum. Esta lucha se planteó al principio como un problema político administrativo pero poco a poco llegó a convertirse en una auténtica lucha religiosa. La serranía de Ronda fue el escenario de los principales enfrentamientos, por lo que hay que suponer, que El Bosque estuviera ligado e estos conflictos internos que tienen su momento más crítico a fines del siglo X.
En los años de inestabilidad política y administrativa que vive la España musulmana, durante estas largas décadas de guerrillas promovidas por Omar ben Hafsum, no toda la población serrana respondió de igual forma, pues mientras que unos se desenvolvían independientemente del poder central, hubo otros que se opusieron claramente desde el comienzo.
Tras el sometimiento de los mozárabes se produce un período de recuperación demográfica y económica y en general en todos los órdenes de la vida que culminará cuando se reproduzca la reconquista definitiva. 




A D M I N I S T R A C I Ó N   I S L Á M I C A  


Dentro de la organización administrativa de la población islámica, parece ser que  la ciudad de El Bosque, al igual que sucede con otros pueblos cercanos de la serranía, pertenecía a la cora de Takurunna durante los siglos VIII  y  IX, centro de la actuación de Omar ben hafsum. En siglos posteriores ya no se cita en los textos esta cora y parece que estos pueblos pasan a pertenecer a la cora de Saduña o Sidonia, cuya capitalidad residía en Jerez de la Frontera, aunque esta cora conserve su nombre evolucionado de la Sidonia romana, la actual Medina Sidonia.
Es pues posible, que en los años anteriores al califato, todo el territorio estuviera sujeto a la capitalidad de Ronda y que al desaparece esta cora de Takurunna, todo su territorio se dividiera entre las provincias inmediatas, pasando la serraría de Grazalema a integrarse en el resto de la actual provincia gaditana.
La relativa tranquilidad que en el siglo X se había conseguido tras las revueltas mozárabes y la implicación del califato, se vio de nuevo alterada en 1133 por la repentina penetración de Alfonso VII, el cual saliendo desde Toledo con sus huestes arrasó cuantos poblados cordobeses y sevillanos encontró a su paso y llegó a la ciudad de Iptuci, a la que aniquiló completamente. Desde este momento, la ciudad de Iptuci desaparece de los textos históricos, y el predominio  político y económico que ostentaba esta ciudad, pasa a la cercana fortaleza de Matrera. 




LA  RESISTENCIA FRENTE  A  LOS  CRISTIANOS 


En la larga serie de oleadas  que a través de los siglos han llevado la guerra a los pueblos de la serranía, el último y definitivo capítulo es el protagonizado por las tropas cristianas que lograron desplazar definitivamente a los vasallos del rey moro de Granada.
En el período comprendido entre el siglo XIII y el XIV, se produce pues, una situación fronteriza que convierte a la zona en una serie de reductos encastillados, con el consiguiente deterioro producido a la población rural.




O R G A N I Z A C I Ó N   D E F E N S I V A 


Tras la desaparición de Iptuci, será la fortaleza de Matrera la que regirá el destino de la región, lo que supone un cambio de estructura en el territorio y en la organización general de la comarca. La ciudad romana de Iptuci se encontraba ubicada en el término de Prado del Rey, en cambio el  castillo de Matrera se encuentra en el término de Villamartín, y será la que desde ahora marque la pauta de los acontecimientos políticos en la región.
Este castillo llamado también castillo de Pajarete, por encontrarse en el cerro de su nombre, fue levantado, según Hernández Parrales, por Homar ben hafsum, para proteger la extinguida ciudad de Iptuci en las últimas décadas del siglo IX. De sus restos podemos destacar una gran torre cuadrada cubierta con torre con bóveda de cañón en la parte norte y algunos lienzos de murallas casi circulares.
Realmente este castillo aparece plenamente documentado en el siglo XII, dadas las continuas incursiones bélicas que realizaban los reyes castellanos por las especiales condiciones estratégicas en que está situado. Levantado en lo alto de una escarpada cima con un corte vertical por su lado norte, que lo hace inexpugnable por este sector, se convirtió desde el principio en un lugar codiciado para los moros dada su cercanía al castillo de Zahara de la Sierra. Es este el motivo por el que el castillo de Matrera será un puntal fundamental de la reconquista andaluza, por Fernando II y Alfonso X, irán aumentando cada vez más sus territorios y sus condiciones defensivas para que fuera un bastión realmente fuerte contra el creciente empuje de los moros. Se produce pues una oleada sucesiva de incursiones moriscas para tomar la fortaleza, tanto por parte del rey moro de Granada, como por parte de los moros que habitaban en Jerez de la Frontera y otras localidades cercanas.




I N E S T A B I L I D A D    E N    L O S    S I G L O S  
A N T E R I O R E S   A   L A   R E C O N Q U I S T A 


Según se deduce de los documentos existentes de Fernando III y Alfonso X el Sabio, en tiempos del primero de estos reyes, el castillo es tomado por Pedro Yañez, Maestre de la Orden de Calatrava, por lo que desde este momento la suerte del castillo quedará vinculada a la citada Orden. Posteriormente, el infante D. Enrique y Alfonso X, van ampliando las posesiones del castillo con sucesivas donaciones territoriales.
Matrera continua siendo el principal objetivo del rey moro de Granada y cercan el castillo que es valerosamente defendido por D. Alemán de la Orden de Calatrava, con la ayuda que desde Sevilla le presta el rey Sabio.
Según Hernández Parrales, hacia 1322, el castillo quedó en manos de los moros que constituyó desde un principio una avanzada interesante del reino nazarí. Pero sólo veinte años después, hacia 134, y ante el creciente avance de los moros por tierras andaluzas, Alfonso XI decide tomar Matrera produciéndose la reconquista definitiva de la fortaleza, que a partir de ahora quedará en poder de los cristianos. Las incursiones moriscas  no dejaron de sucederse, pero el castillo siempre contó con un rey cristiano dispuesto a defenderlo a todo trance. Así en 1408, es defendido por el infante D. Fernando de Antequera que además tomó al rey moro el castillo de Zahara de la Sierra, con lo que se produjo la desmembración completa del poderío nazarita.




S I T U A C I Ó N   F R O N T E R I Z A 


Fernando III el Santo y su hijo Alfonso X el Sabio, establecen el límite de los territorios cristianos, justamente en la línea que marca el curso superior del Guadalete, en la serranía gaditana, la situación general está todavía dividida, mientras los enclaves en torno al río Barbate están en poder de los cristianos, el campo de Gibraltar permanecía bajo dominio islámico. Es pues en esta zona más peligrosa del Estrecho donde los sucesores de Alfonso X centran sus actuaciones, quedando relegada la reconquista de la serranía hasta el último momento.
Durante el prolongado período que duró esta situación fronteriza, la población de El Bosque se encuentra en una postura difícil entre el castillo de Matrera que ya había sido tomado por los cristianos y la ciudad de Benamahoma que todavía estaba en poder de los moros.
En este sentido de cosas quedó el panorama de la reconquista durante más de un siglo en que los problemas dinásticos y nobiliarios centraron la atención de los reyes de Castilla. Durante este tiempo, los pueblos fronterizos vivían y continua tensión, temiendo en cualquier momento el ataque por sorpresa o las guerrillas internas, por lo que se produjo un aumento considerable del estamento militar para la protección de los castillos, en detrimento de la población campesina que prácticamente dejó de existir.




L A   R E C O N Q U I S T A   D E F I N I T I V A 


Con la caída del castillo de Zahara de la Sierra de un lado y de otro la definitiva derrota de los moros por la caída de la  ciudad de Ronda, queda plenamente consolidada la reconquista en Andalucía. A partir de ahora la inexpugnable fortaleza de Matrera no tiene ya a quien defender, por lo que sus especiales características defensivas empiezan a perder importancia a favor de sus campos muy fértiles y grandes dimensiones debido a las continuas donaciones de que había sido objeto por parte de los reyes castellanos.
En 1342 se extiende un pliego en Tordesillas, mediante el cual el castillo, sus campos y la cercana aldea de Hortales pasan a depender del Cabildo de Sevilla, el cual será el que a partir de ahora disfrute sus beneficios económicos. Una vez que la paz se había consolidado, y ante la creciente petición de los vecinos del lugar del castillo para habitar sus campos, los Reyes Católico autorizaron al Cabildo de Sevilla a la venta de los campos mediante escritura a los vecinos de Matrera, que se establecieron aquí y serían en su día la base del futuro pueblo de Villamartín. Tras la caída de Ronda y de todos los castillos que estaban en poder de los moros: Zahara de la Sierra, Tavizna, Aznalmara, etc…, don Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, se apodera de todos los pueblos de la Serranía, último paso en la reconquista andaluza, por lo que los Reyes Católicos le hicieron Señor de las siete villas: Villaluenga, Benaocaz, Grazalema, Ubrique, Archite, Cardela y Aznalmara.




L A   M O D E R N I D A D




L A   F U N D A C I Ó N   D E   E L   B O S Q U E 


El Bosque fue una donación hecha por los Reyes Católicos a D. Rodrigo Ponce de León, capitán general que fue de la guerra de Granada, en premio a sus servicios y lealtades. El documento de donación, firmado en Jaén a 11 de noviembre de 1490, se refería explícitamente a lo que actualmente constituye la  serranía  de  Cádiz.   Veámoslo:  “acatando los muchos e buenos y leales y señalados servicios” de D. Rodrigo “y para siempre jamás”, se le hace “donación de Villaluenga, Ubrique, Benaocaz, y Grazalema, con sus fortalezas y alquerías y vasallos y vecinos y moradores de ella”. Nada se dice de El Bosque. Pero, por los documentos consultados y tras los hechos sucesivos, una de estas alquerías –que son casas de campo para la labranza—será con el tiempo El Bosque.
El actual emplazamiento de El Bosque era una zona favorecida por el avance de la vegetación espontánea, que sobrevendría al disminuir ostensiblemente la superficie de tierra cultivable a causa de los emplazamientos de la población, que impuso la actividad repobladora. Un repaso al tratado de la Montería de Alfonso XI nos informa de la riqueza de venados que poseían las dehesas, alcornocales y acebuchales, Abundan los jabalíes, venados y lobos, reflejándose esta divertida fauna en los apuntes, incluso en una relación de Arcos de la Frontera de 1907 todavía se habla de lobos, zorros y animales dañinos, que debían ser muertos y presentadas sus pieles en aquel año por los labradores y ganaderos de la zona.
Este lugar selvático descrito por Igartuburu como una situación un tanto angosta y espesa, sin dejar por eso de ser pintoresca y agradable, era visitado con frecuencia por los duques de Arcos de la Frontera para sus pasatiempos de caza. Uno de los duques levantó un palacio como lugar de descanso donde está ahora El Bosque. Igartuburu lo llamó “Casa de Retiro”. No se sabe con precisión quien fue el que realizó la  iniciativa, pero hay indicios para suponer que sería Luís Cristóbal. No obstante más que un palacio, se aproximaba a una casa de campo con sus cuadras, dependencias de servicios, molinos y almacenes.
Los duques de Arcos de la Frontera pasaban aquí temporadas periódicas, ya que se han constatado referencias continuas a su “Palacio del bosque de Benamahoma”. Y así lo indican Argote y las Actas Capitulares de Arcos de la Frontera cuando hacen referencia a El Bosque, como “el bosque de Benamahoma”. Requería un gran número de criados, ojeadores para montería….. cada vez que se habitaba con la llegada de la corte Duvall. Ante la imposibilidad de que todos  estuvieran viviendo en el Palacio, fueron edificándose diversas casas en sus alrededores. Y este fue el origen de El Bosque, un pequeño poblado levantado por los criados de los duques al que llamaron Marchenilla, derivado de Marchena, ya que en este pueblo sevillano los duques de Arcos tenían un gran Palacio, y solían vivir en él haciendo las veces de Capital de sus estados señoriales, una especie de Corte  ducal.
Esta aldea de Marchenilla que se  llamaba también, como se ha dicho, Bosque de Benamahoma, fue creciendo poco a poco con  los sirvientes que permanecían todo el año. Como el oratorio de palacio resultaba insuficiente para recoger todos los vecinos, estos levantaron una iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. De ahí que este primer intento de poblamiento recibiera el nombre de Santa María de Guadalupe.
Así lo relata Antonio Ponz, año 1794 en su “Viaje de España”. En esta obra, además de insistir en la doble denominación, realiza una pequeña descripción, con la rapidez de una pincelada impresionista, y nos aporta también la pronunciación “típica” de los vecinos del pueblo: “hay que baxar una gran cuesta a un pueblo que llaman El Bosque, vulgarmente El Broque, llamado también Nuestra Señora de Guadalupe”. Esto nos indica la existencia de un modismo vulgar. Debido a este origen impreciso de poblamiento, la actual villa fue denominada sucesivamente con tres siglos XVII y XVIII, e incluso en el XIX. Pero, a pesar de esta denominación triforme se fue imponiendo la que nacía de sus propias realidades geográficas: El Bosque.
La de “Marchenilla” fue la primera en relegarse al olvido. Y el motivo es obvio: los duques de Arcos, residentes ya en Marchena, se fueron olvidando de sus tierras patrimoniales de la sierra de Cádiz y dejaron de realizar estancias periódicas en ella. Entonces el palacio serrano de El Bosque dejó de ser la “Marchena pequeña”. 


Nuestra Señora de Guadalupe también dejó de utilizarse, pero por una razón muy diferente y ajena: evitar la confusión existente entre dos poblaciones ”Guadalupe”, relativamente cercanas, Algar y El Bosque. Algar había sido fundado por D. Domingo López de Carvajal, quien por deseo suyo lo había puesto también bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe. Antonio Ponz en su “viage de España” de 1794 lo dice muy claramente: “en este estado se hallaba con corta diferencia la nueva población de Algar y Prado del Rey, o nuestra Señora de Guadalupe (que con todos estos nombres creo que la llamaban)”. Y por la misma época existen documentos por los que a El Bosque lo denominan “Guadalupe”. Por indicar un ejemplo, un tal Francisco López Guijarro escribe desde Grazalema, el 20 de agosto de 1780, a Tomás López: “La puebla de Santa María de Guadalupe o El Bosque, que por cualquiera de estos dos nombres es conocida”. Esta dualidad de nombres suscitaba bastante confusión en  la zona, y, por eso, a finales del siglo XVIII va decayendo Nuestra Señora de Guadalupe, imponiéndose El Bosque. En documentos del año de la Constitución de Cádiz, aparece “la puebla del Bosque”, pero añadiendo una distinción para comprender el por qué de su diverso empleo: “se denomina de tiempo inmemorial la Puebla de Santa María de Guadalupe, Marchenilla para lo eclesiástico, y El Bosque para lo civil”. Y, en realidad, así se hacía. En la Real Orden de 1815, por la que Su Majestad el Rey concede al pueblo la categoría de villa, emplea el término de “El Bosque”. Y, por el contrario, en los libros parroquiales de este mismo año prosigue, quizás por inercia o costumbre, el de “Marchenilla”.  Sin embargo, hacia mediados de siglo, en 1851, se simultanea en las actas matrimoniales, bautizos o defunciones: “villa de Marchenilla o Bosque”.
Poco a poco, en las últimas  décadas del XIX, va prevaleciendo la denominación civil incluso en los registros religiosos. Dice así un acta del libro de esponsales: “En la villa de El Bosque (alias Marchenillas)”.  






S I G L O S   X V I,   X V I I   Y   X V I I I


EL  BOSQUE  EN  EL  MARCO  SOCIAL  Y  POLÍTICO
DE  LA  SIERRA


La villa de El Bosque, en sus primeros lustros de “cristiandad” o dominio de los Reyes de Castilla, siguió unos derroteros sociales y políticos paralelos a los de las restantes villas de la serranía. Pertenecía a la casa de los Ponce de León, marqueses de Cádiz, y después duques de Arcos de la Frontera. Estando dentro de su señorío serrano, experimentó ciertas evoluciones sociales, económicas y políticas, debido a los hechos históricos más característicos que sucedieron en la sierra: repartimientos y repoblaciones.
En esta época se repartían  las fincas urbanas y las tierras entre los conquistadores y los repobladores. Las dos modalidades básicas adoptadas solían ser los “donadíos” y los “heredamientos”. Los beneficiarios eran por lo general miembros de la nobleza militar, eclesiásticos, servidores reales y miembros de las mesnadas conquistadoras. Su posesión no comportaba obligaciones especiales. Sobre ellos no pesaba las normales restricciones que impedían la venta de bienes recibidos. A lo sumo, sus nuevos titulares asumían el compromiso de no venderlos o traspasarlos sin autorización del Rey. La entidad de los donadíos se establecía en función de los servicios, por ejemplo los prestados durante la Conquista por D. Rodrigo.
Los donadíos podían ser mayores y menores. Se consideran mayores cuando la concesión era en  el bloque con tierras y edificios, mientras que menores solían ser entregas parciales y fraccionadas, por ejemplo una alquería. La cesión de El Bosque fue un donadío mayor. Es así como El Bosque entra en pleno período señorial. Algunos historiadores le han llamado “feudalismo”. Pero, con exactitud, no se puede hablar de él. La aceptación por la mayoría de los medievalistas de las corrientes históricas de tipo jurídico ha llevado  a afirmar que, en la Península, sólo pueden ser considerados como feudales los condados catalanes, directamente relacionados con el mundo carolingio. Además, con los Reyes Católicos, ese tipo de feudalismo decaía con rapidez. No obstante, aunque no existía un pleno feudalismo, sí se daban unas condiciones económicas y sociales que pueden permitir hablar de una sociedad jerárquica, y desigual con diversos aspectos aproximativos a la feudalización.
Don Rodrigo Ponce de León tenía jurisdicción sobre sus tierras y la ejercía por medio de corregidores y alcaldes mayores. Un corregidor era un funcionario real que, en los pueblos, ejercía la autoridad judicial y gubernativo-administrativa. El nombre proviene de que fueron nombrados para corregir abusos, y así, con su autoridad, castigaba las faltas y delitos. Su origen se debió a la mala administración, ejercida en los pueblos, por los alcaldes o jueces de fuero. Los alcaldes mayores eran de nombramiento real y de condición noble: juzgaban, tenían funciones administrativas, y tenían voz y voto en el cabildo, asamblea que representaba a la población.  


Pero El Bosque, que desde sus comienzos, únicamente había sido una casona de campo para la caza, como un remedio del palacio de Marchena, la realidad social era diferente. Todos sus vecinos, durante el siglo XVI y parte del XVII, desde el alcalde corregidor hasta el más modesto palafrenero, --término vago que abarcaba administradores, dependientes, cultivadores de tierra, ganaderos, en fin, cuantos tuvieran algo que ver con la persona o la casa ducal--, dependían muy directamente de la jurisdicción del Duque.
Esta situación política y social fue alcanzando mayor autonomía por el distanciamiento progresivo de la casa ducal, residentes en Marchena y no en Arcos de la Frontera. Hubo duques, como D. Rodrigo, nieto de D. Luís Cristóbal, que visitó tan sólo una vez su señorío serrano. Por eso, los documentos narran los grandes recibimientos de que fue objeto el duque, en su único recorrido: Arcos de la Frontera le llegó a donar, como óbolo, dos mil ducados. También ayudó a ello –y sin contar el influjo del proceso de reclamaciones populares del siglo XVII como sucedió en Ubrique y Grazalema--, el cambio de dinastía por la muerte sin hijos del duque D. Francisco en 1780, último de los duques de Arcos.
Este corte en la dinastía ducal ocasionará el cambio de apellido y familia en la genealogía del señorío. En un principio todas las posesiones pasaron a la prima del duque D. Francisco, la condesa de Benavente, casada con el duque  de Osuna. Pero, con el hijo de éstos, El Bosque se integró en los estados patrimoniales de la casa ducal de Osuna hasta que, en fechas ya no muy lejanas se abolió el antiguo régimen.




S U B L E V A C I Ó N   D E   L O S   M O R I S C O S 


Durante este período sucede la rebelión de los moriscos (1569-1571). Mal convertidos al cristianismo, aferrados por sus viejas costumbres, a su lengua y a su cultura, constituían un quiste inasimilable dentro de la población hispana. Todo intento de integración en la vida común falló. La sublevación, que también afectó a El Bosque, llenó de depredaciones a toda la serranía, ya que los moriscos rehuían al enfrentamiento directo. Se ocultaban en los montes cercanos, recurriendo a la guerrilla –sistema tradicional de defensa cuando un pueblo tiene que luchar contra el ejército superior numérica y técnicamente--. Estos enfrentamientos representaron un serio problema para los gobernantes españoles. Felipe II, decidió a acabar con este quiste social, llevó adelante una operación sistemática y laboriosa. La guerra se hizo dura, pródiga en crueldades y represalias, siendo finalmente dispersados los moriscos.




L A   R E P O B L A C I Ó N   E N   L A   Z O N A   D E   E L   B O S Q U E 


En 1501, tras el levantamiento de Sierra Bermeja, sometidos los moriscos y emigrados los que rehusaron abrazar la fe, la región debió quedar casi despoblada, entonces la duquesa de Arcos, doña Beatriz de Pacheco, se decidió a poblar la serranía. Poco a poco fue repoblándose por cristianos de otras zonas: Marchena, Arcos, Bornos, Villamartín, Espera, atraídos especialmente por el reparto de tierras. En principio el doblamiento sería a fuero de la ciudad de Arcos de la Frontera y villa de Zahara.
De acuerdo con el archivo de los Duques de Arcos, llegaría a Ubrique un total de 38 pobladores, doce de  los cuales serían caballeros según la “Relación” de los primeros pobladores que llegaron a la zona.
El número de repobladores era de 317. Se encargó del repartimiento Juan de Ayllón. Este traslado y asentamiento de importantes grupos de personas era la única forma de que el éxito de las conquistas estuviera garantizado, por ello la repoblación en esta parte de Andalucía fue una consecuencia directa del proceso de conquista.
Existieron unas condiciones de poblamiento para los nuevos inmigrantes, entre las cuales podemos destacar:
--Los repartos de tierra se harían según condición social, ya fuese caballero o peón y se entraría a formar parte de un estrato social u otro según la cantidad de maravedíes que aportaran.
Tendrían que vivir un mínimo de cinco años en la zona, durante los cuales estarían exentos de pagar pechos y servicios.
--Durante cinco años no podrían disponer, como propio, de cosa alguna que se les hubiese entregado. También estarían imposibilitados de vender a los extranjeros las propiedades entregadas: viñas, árboles, caballerías, casa… Estas divisiones de tierras y animales (tres aranzadas y tres caballerías) descartan el origen del latifundio andaluz, en el hecho histórico de la Reconquista.
--Se establecía asimismo una delimitación de las tierras comunales.  




E L D E S A R R O L L O   P O B L A C I O N A L  D E   E L  B O S Q U E 


Aunque los datos conservados del siglo XVIII son escasos y algo difusos, debido a la destrucción del archivo municipal y del parroquial por los franceses en la guerra de la Independencia, se puede directamente reconstruir la vida de este siglo tan decisivo.
En general se registra un incremento de la población, hecho paralelo al aumento de la población de España. Este aumento de población, con un consiguiente aumento de la riqueza va a favorecer el desarrollo de un nuevo grupo social: la burguesía. Los Borbones la protegieron, ya que ven en ella un soporte para frenar los anhelos de una nobleza cada vez más estática.
Se promulgaron, para ello, diversas medidas para la agricultura y la ganadería, que marcharían en menoscabo de la casa de Arcos. Entre otras:
--Restricciones a los nobles para nombrar justicias en sus territorios.
--Prohibiciones a los señores para poder expulsar a los arrendatarios de sus tierras.
--impedimentos a la Mesta, cuyos ganados seguían siendo en su gran mayoría de propiedad                        
   nobiliaria.
--Permiso para cercar olivares y huertos.
El desarrollo en El Bosque se dio a pesar de que a principio del siglo XIX, como alrededor del año 1816, se extendió una plaga de orugas que asoló los campos. Parece ser que el pánico cundió entre los campesinos, ya que trajeron a un cura de Benaoján, celebrado por su santidad, para que conjurara la dañina plaga.
Quizá una muestra de esta buena salud social y económica de El Bosque, pudiera se el envío de unos cuantos vecinos para poblar el Almajar y Prado del Rey. Entre los nuevos pobladores se encuentran algunos apellidos que parece ser procedían de El Bosque.
Y, en este siglo de desarrollo y fecundo en frutos, surgirá una personalidad importante: Fray Diego José de Cádiz, hijo del administrador del duque. Aquí, en El Bosque, recibirá las primeras letras y correteará por las callejuelas el que será gran misionero de las tierras de Andalucía.




S I G L O   X I X


LAS  CRISIS  SOCIALES  Y  POLÍTICAS  EN  
EL  BOSQUE 


A partir de 1800, El Bosque empezó a resquebrajarse. No va a ser una crisis económica, sino los efectos de una epidemia de cólera y de una guerra larga sin cuartel. La cólera se extendió por toda la comarca, hasta tal estado que la Junta de Sanidad acordó que varios expertos recorrieran los pueblos afectados, tomando medidas para acabar definitivamente con la epidemia y evitar que se suscitaran nuevos brotes.
Estos años de guerra, --y sin querer oscurecer en lo más mínimo el heroísmo de todo un pueblo que, con el mayor interés luchó por sus ideas--, reportaron para El Bosque y para toda la serranía, unos años de miseria y desolación: los campos sin cultivar, los rebaños aniquilados, las casas saqueadas, los edificios públicos y religiosos con sus obras de arte, fueron quemados… Viene a colación el juicio que los historiadores suelen atribuir a la España de 1814: “la prosperidad económica, el prestigio político y el apogeo cultural alcanzado por España fueron fatalmente interrumpidos al comenzar el siglo XIX por la guerra de la Independencia; una guerra cuya devastación afectó a todos los rincones del país, puesto que se desarrolló en su propio suelo de un modo totalitario y durante 6 años (1808-1814), como no se había sufrido desde la invasión  musulmana o de las germanas y como no volverían a sufrirse hasta la guerra civil de 1936. Fue pues, un tremendo desastre nacional cuyas consecuencias en todos los órdenes arrastraríanse durante un larguísimo período de tiempo. La guerra de la Independencia, separando el siglo XVIII  del  XIX, arruinó completamente el país y truncó su evolución normal combinándose con una revolución  que dio al traste con el Antiguo Régimen”. (J. L. Comellas).




E L   B O S Q U E   Y   L A   G U E R R A   C O N T R A   L O S  
F R A N C E S E S


A principios de 1810 llegaron los regimientos franceses. Las tropas francesas habían incendiado Algodonales el 22 de abril, pero los serranos no se acobardaron y con el  delegado de Prado del Rey, Gutiérrez Piñerez, se prepararon para el combate. El Bosque fue el primer pueblo de la Sierra que se enfrentó a Napoleón. Prepararon una emboscada a algunos franceses rezagados causándole ocho muertos y tres heridos.
Esto encolerizó al general francés Víctor que ordenó a una división de ocupación –Marasín o Latour Maubourg--, que asolasen y quemasen inmediatamente a El Bosque y Prado del Rey. Los bosquenses respondieron con energía y se refugiaron en su iglesia resistiendo en ella hasta que los muros cedieron. El último enfrentamiento fue en el cementerio.
Ante una resistencia imposible, los bosquenses, a través del mote Albarracín, se internaron en la Sierra y El Bosque, a merced de la revancha francesa, ardía por los cuatro costados. El 16 de mayo también quemarían los archivos parroquiales, al igual que lo hicieron con los de Grazalema y Villaluenga del Rosario. Tan pronto como quedó aniquilado todo el poblado, los franceses se retiraron dirigiéndose unos cuatrocientos a Ubrique y otros tantos hacia Prado del Rey. 
La ocupación francesa a la Sierra no fue cuestión de días, ni de semanas. Como los desparramados por la Sierra, acosaban a los franceses con todos los medios disponibles y en los momentos más inesperados, los franceses volvían con frecuencia en plan de castigo y represalia. Una de tantas fue la del 10 de junio de 1810 llegando a Ubrique unos 200 franceses de infantería y caballería, y a El Bosque más de tres mil.


Se conservan narraciones de cómo organizaban los bosquenses contra el invasor. D. Rafael del Cuervo Jiménez, alcaide y teniente corregidor de El Bosque, en su exposición de 17 de noviembre de 1910 a la Junta de Regencia de Cádiz, narra el valor de su pueblo:  fue el “primer sublevado con muchos días de anticipación a los de la Sierra y cuatro reinos de Andalucía, fronterizo con el enemigo y punto más avanzado”, contribuyeron a esta insurrección con toda clase de auxilios y hombres--, y “habiendo tenido que sufrir varios saqueos y un incendio que arruinó gran parte de sus edificios”. Sus vecinos, antes de capitular, prefirieron “ver quemados sus hogares, andar errantes por los montes, sufriendo calamidades todo el tiempo de la invasión”.
Otro relato es el de Frasquita Larrea, que recorrió la Sierra de Cádiz en 1824. Narra con viveza e incluso con precisión de detalles, el desarrollo de la resistencia popular: “todos estaban sobre las armas y cada vez había más entusiasmo a favor del Rey”. “A la voz de ¡vienen los franceses! todo se abandonaban y corrían al monte, y desde la punta de estos cerros caían como granizos las balas sobre los enemigos, que pronto se veían a retirarse”. “Sería no acabar de contar los heroísmos de estas gentes que veían desde las alturas, arder sus casas y posesiones con la mayor indiferencia, al paso que se pedían unos a otros un puñado de harina para no perecer de hambre toda la familia”.
Mas no sólo había heroísmo espontáneo en estos valerosos campesinos. Realizaron una estrategia de organización, con todo un sistema de avisos sobre los  movimientos tácticos y el control del ejército francés, espías en los territorios ocupados por los franceses, puntos de observación con vigías en las alturas y, dentro de sus medios, aportaciones económicas para los gastos de resistencia.
Junto con esos problemas van a surgir los de tipo político.
El 6 de enero de 1812 un grupo de vecinos de El Bosque dirigieron un escrito al Excelentísimo Señor Presidente y Vocales de la Junta de la Sierra. Consideraban indispensable nombrar Ayuntamiento, síndico y Diputados porque sólo había alguacil Mayor. Antes, las personas que regentaban la jurisdicción eran nombradas por la Condesa o Duquesa de Benavente, viuda de Osuna, que era la señora territorial, y que ahora cesaba en este privilegio. El período ducal, que se incisión con D. Rodrigo Ponce de León, primer duque de Arcos, duró prácticamente hasta las Cortes de Cádiz de 1812, que suprimieron los señoríos y borraron de la historia las palabras señor y vasallo. La Junta de Cádiz había ordenado en su Artículo 14, “que nadie en adelante se llame vasallo”, pasando aquel privilegio a ser detentado sólo por los pueblos, que nombrarán por elecciones sus propios ayuntamientos.
De igual forma, los Electores parroquiales reunidos elegirán los diputados de las Cortes. Este desarrollo electoral se realizaba del siguiente modo:
Las Juntas de parroquias estaban comprendidas por los vecinos y residentes. Se nombraba a un Elector parroquial por cada 200 vecinos, siempre que hubiera cumplido 27 años de edad. Estos a su vez elegirían al elector o Electores que procederán en la capital de la demarcación a la elección del Diputado, según un Decreto del 23 y 25 de septiembre de 1811.
Otro de Ballesteros, comandante de las tropas de la Serranía, dado en Jimena el 28 de enero, así lo ordenaba, expidiéndose cédulas, ya que la mayoría de los vecinos estaban repartidos por la Sierra y siendo “remitidas por diligencieros, citándolos para que vayan a El Bosque el 9 de febrero.
Este día se reunieron en cabildo en la iglesia, pero como ésta, después del incendio, estaba bastante destruida, la reunión se celebró, según lo declara el libro de entierros de 1815, “en una casa principal, que sirva de Casa Parroquial, sita frente a la antigua”. Era cura párroco D. Ignacio Josef Cano del Castillo, “cura y rector” según  expresa el documento. Después de celebrarse la votación, fueron elegidos alcaldes Gregorio Pereyra y Alonso Gómez, y como primer Diputado, Salvador Mariscal.
Tras nuevas elecciones y nuevos alcaldes, El Bosque pasa por momentos difíciles, como podemos ver a través de los documentos: “la miserable actual situación” y “los méritos de su vecindario contradichos en la pasada guerra, por los cuales ha venido al estado más deplorable de la pobreza…”.  
   


E L   P L E I T O   D E   E L   B O S Q U E   C O N  
 L A S   C U A T R O   V I L L A S   S E R R A N A S 


La población de Marchenilla de Nuestra Señora de Guadalupe, como estaba sometida a la jurisdicción del estado señorial de la casa ducal de Arcos de la Frontera, aspiró por los méritos contraídos en la guerra contra el invasor, a obtener el título  de villa y una mayor independencia jurídica. Estas aspiraciones chocaron frontalmente con los intereses de las cuatro villas de la Serranía: Ubrique, Grazalema, Villaluenga del Rosario y Benaocaz. De aquí nació el pleito y el enfrentamiento entre los pueblos serranos.
La petición de El Bosque fue dirigida a la Junta de Regencia con las firmas de todos los vecinos representados por D. Rafael del Cuervo. En el escrito se enumeraban una serie de diferentes aspiraciones, desde las de tipo jurídico y económico, hasta otras más sociales como el perdón de las deudas. Estas aspiraciones eran:
--Privilegio de villazgo.
--Adquisición del término territorial del villazgo de acuerdo con “el que tienen las respectivas                                  
   villas inmediatas”.
--El aprovechamiento de los pastos comunes “del Reyno de Sevilla y Granada (al que pertenece)
--La exención de contribuciones por diez años a contar “de concluida la presente guerra”.
--El perdón de las que adeudasen con inclusión de las del Pósito, -granero que abastecía de pan al 
público en épocas de carestías, y que prestaba grano a los labradores, tanto para la siembra como para el consumo en los meses de mayor escasez.
Otra petición similar fue también dirigida el 6 de enero de 1812, por un grupo de vecinos, --encabezando las firmas las de Francisco de Casas, Lorenzo Capote y Manuel Gutiérrez--, al Sr. Presidente y Vocales de la Junta de la Sierra. Reclamaban, en el escrito, la urgencia de montar un ayuntamiento, Síndico y Diputados, entre los vecinos de El Bosque. Era la aspiración de poseer unas instituciones municipales propias, que tendían a minar el régimen señorial hasta ahora conducido por un alguacil nombrado directamente por la casa ducal.
Todas estas aspiraciones fueron atendidas, frente a la oposición de las cuatro villas serranas. En un primer momento por la Regencia el 28 de noviembre de 1810 y, finalmente rubricada por una Cédula Real el 1 de septiembre de 1815, que llevaba la firma de Juan Ignacio de Ayesterán por delegación del Rey.  


El documento real, ratificando la concesión de la Gracia de Villazgo de la Regencia, decía que “convencida de su constancia y heroísmo le concedo en mi nombre la gracia de Privilegio de Villazgo: suplicándome sea servido concederle la confirmación de dicho privilegio…”.
Esta confirmación real iba acompañada de una Orden dirigida al licenciado D. Francisco de Paula Díaz Recio, --Corregidor de la villa de Estepona, y representante del Rey para esta zona suboccidental del Reino de Granada a la que pertenecía el poblado de El Bosque--, para que personalmente diese efecto y aplicase el privilegio entre el vecindario  bosquense. Decía así: “cuando se verificó la entrada de los franceses en ese reino, fue el primero que levantó el estandarte de nuestra independencia con anticipación a todos los demás pueblos de la serranía de Ronda, siendo, por consiguiente, el que más sacrificios hizo y sufrió más destrucción por su amor a mi Persona… por tanto es deseo de S.M. que una vez que mi cédula os sea presentada, D. Francisco de Paula se encamine e El Bosque, a su costa y con vara alta de mi justicia instruya las diligencias que corresponden al Privilegio de Villazgo para que lo gocen totalmente”.   


El corregidor D. Francisco de Paula, personándose en El Bosque instituye el privilegio de villa otorgando: jurisdicción civil, término propio y goce de bienes propios. Casi al mismo tiempo, cuenta los vecinos marchando “casa por casa” levantando acta de este recuento. Hoy día llama la atención la cifra tan extraña que quedó rubricada: trescientos ochenta y seis y medio. De esta manera el poblado señorial de El Bosque quedó constituido en Villa, dejando de ser pedáneo de las cuatro villas.
La institución política de “villa” –a la que pertenecían los grandes municipios de los reinos andaluces, a no ser que fuesen ciudades--, reportaba a El Bosque una jurisdicción civil y criminal propia, con independencia respecto de las otras villas: término territorial autónomo, con posibilidad de englobar, bajo su jurisdicción, a otras entidades de población más pequeñas.
Este debido reconocimiento molestó a las cuatro villas serranas, y en concreto a Grazalema, enturbiando las relaciones solidarias de vecindad que siempre las distinguió como se ha podido comprobar en la guerra contra los franceses.
Las cuatro villas de la serranía de Villaluenga protestaron por dicha concesión. Dice así la protesta: “siendo los méritos que han estas villas en la pasada lucha de las excelencias y recomendación que los de El Bosque, pues aunque en sus inmediaciones fuesen los primeros tiros que se dispersaron a los franceses en esta comarca, fue con asistencia, acuerdo y convenio de los vecinos de esas villas, en las Huertas de Benamahoma, después de haber pasado los franceses por El Bosque, y dormido en él, donde nada les hicieron los de éste…Las poblaciones de estas cuatro villas también destruidas, como actualmente puede reconocerse en Villaluenga y Ubrique. Y los vecinos de las mismas, más de veinte mil, tienen que salir a labrar a términos extraños, mientras que El Bosque sólo tiene un puñado. Aquellos se consideran útiles por lo que miran la agricultura, fábricas y arte, y consideran inútiles a los de El Bosque. Ellos jamás consintieron su establecimiento, cuya extensión aumentó bajo su jurisdicción y, prevalecidos de estas ventajas lograron rodear de casas al Palacio del Señor Jurisdiccional. Fueron “unos intrusos” y así consideraron los vecinos de las cuatro villas a los de El Bosque, como la consecución del privilegio de villazgo que es “un atentado y un atropellamiento”.
De 1819 data un escrito de la duquesa de Benavente, dirigido a un tal Pablo de la Seña, “Comandante del cordón del resguardo de esta villa”, en el que recomienda el encañado de aguas que van a la Huerta del Duque, pero este cuidado de la Huerta contrasta con el descuido en que se encontraba el Palacio. Miñano habla del “Palacio arruinado de los Duques de Arcos” en El Bosque, “donde a la vez cuenta 964 habitantes y 286 vecinos”. 




T R I E N I O   C O N S T I T U C I O N A L: 1820-1823


Muchos problemas abatían el país después de la Guerra de la Independencia. Esta situación fue aprovechada por los liberales para minar el régimen autoritario instaurado por el monarca y, aunque el descontento contra el sistema no fue total, hubo diversos elementos que se unieron  a los conspiradores revolucionarios. Entre otros, la burguesía urbana y los militares encumbrados por la Guerra de la Independencia. Son estos los que, instruidos por los ideólogos del liberalismo, organizaron varios “pronunciamientos”, que fracasarán por falta de apoyo, hasta que uno de ellos, el de 1820, dirigido por Riego, obligará a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812.
En estos años de poder constitucional los partidarios del absolutismo padecen persecuciones. Algunos de estos perseguidos, con otros descontentos del régimen constitucional acecharon con guerrillas levantiscas. En esta época reapareció la figura de Zaldívar, el cual, junto con  su lugarteniente “El Vizcaíno”, operaron de acuerdo con los realistas, entorpeciendo la vida liberal. Una vez impidieron al ejército liberal el poder acudir en socorro de Cádiz. Muerto Zaldívar se hizo cargo de su partida “El Vizcaíno”.  




D É C A D A   A B S O L U T I S T A : 1823-1833


Sin embargo, esas guerrillas que, en algunas zonas del norte se aproximaron a una Guerra civil, se eclipsaron con la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luís que, en nombre de la Santa Alianza y del Sistema Metternich, entraron en España casi sin resistencia, restableciendo a Fernando VII.
Los años siguientes serán, a pesar del régimen político, de una cierta recuperación económica y la población aumentará visiblemente.




E L   N U E V O   R É G I M E N   L I B E R A L:   1833-1868


Con la muerte de Fernando VII surge la lucha dinástica, entre isabelinos y carlistas. La reina regente Doña María Cristina de Borbón-Nápoles se inclina por el bando liberal, para sostener a su hija Isabel II en el trono. Por eso, desde 1833 se suceden varios gobiernos liberales, intentando barrer el Antiguo Régimen y consolidar el Nuevo. Cuando sube al poder el gaditano Mendizábal, --uno de los gobiernos más radicales--, quiere destruir las bases económicas del fenecido régimen de estamentos. Una de sus columnas era el estamento clerical, sustentado por una base de sólidas propiedades. Por eso, promulga el decreto de “Bienes Nacionales”, que consistía en una desamortización de las propiedades del clero regular, pasando estas al Estado que los vende en subasta pública.
Este proceso desamortizador, sin descontar su necesidad, fue llevado injusta e inadecuadamente. No se pretendió una reforma social sino un arreglo hacendístico y el encubrimiento de una fuerza social: la burguesía. Pero como esta nueva clase social era casi inexistente en España, y  todavía más en Andalucía, sirvió casi exclusivamente el ya existente gran propietario andaluz o formar otros nuevos. Por eso, los historiadores afirman que la desamortización  consolidó el latifundio en el Sur de España. Ya en las Cortes Democráticas de 1869, los demócratas socialistas la denominaron “robo al pueblo”, y, en verdad, que en nuestra Andalucía constituyó un robo al campesino andaluz. Se puede afirmar que, en este momento histórico nació el proletariado del campo en las tierras del Sur. 




L O S   N U E V O S   T I P O S   S O C I A L E S 


La negativa realidad económica y social del pueblo suscitó nuevos tipos sociales: el socialista utópico que deriva a un demócrata socialista con sus intentos de revuelta permanente; el bandido con sus aspiraciones de reparto social robando a los que más tienen; el contrabandista y el mochilero.
Los socialistas utópicos alcanzaron bastante  arraigo en la provincia de Cádiz, y en concreto sus influencias llegaron a la Sierra que tenía agudos problemas sociales. 
El núcleo “utópico” de la provincia fue uno de los más importantes de España. Era de tendencia “fourierista” y sus representantes más importantes fueron Abreu y Orta, Alonso y Sagrario de Beloy.
El bandido es un tipo con gran resonancia en la literatura de la época. Los factores que hicieron posible su existencia son: la despoblación de la sierra en el siglo XVIII, la guerra de la Independencia, las contiendas entre realistas y constitucionalistas y la injusticia social tras las desamortizaciones. Uno muy célebre fue José María el Tempranillo que merodeaba por la sierra gaditana. Sus hechos se hicieron famosos en toda España, relatándose en la prensa y en  los romances de ciego:


“Ahí viene José María,
el que a los ricos robaba
y a los pobres socorría”.


También  hizo presencia en El Bosque por este tiempo el célebre conspirador Avinareta.
La leyenda de los contrabandistas se ve plasmada en la literatura erudita y popular de esta serranía. Su presencia fue explicable merced a la proximidad a Gibraltar, la escasez de fuerzas de vigilancia y también al valor personal a las ganancias.
El tipo de mochilero en cambio era diferente. Llevaba su mochila con tabaco a las espaldas, alijaba en San Roque o en las cercanías. Estos dos tipos desaparecieron cuando la vigilancia y el control de la zona aumentó. De ello fue exponente el cuartel de carabineros que se instaló en Ubrique.
A pesar de estas lacras sociales, motivadas por un estado clasista y burgués, se realizaron algunas obras sociales, como la institución del “Pósito”: granero en el que tomaban los labradores a préstamo el grano, que devolvían en el tiempo de la recolección, representando una gran ayuda para los trabajadores. Y también algunas obras públicas en la comarca.
Durante este régimen liberal El Bosque tenía 1.294 habitantes, con 270 casas. El municipio dependió de la provincia de Málaga hasta finales de siglo. Tenía un presupuesto municipal de 8.000 reales, insuficiente para sus necesidades. Por eso, hubo años que tuvo que subastar los arriendos del monte Albarracín para obtener algunos ingresos más. Los servicios públicos no eran muy ejemplares: no se tuvo médico hasta el año 1851, que se nombró a D. Antonio Sotomayor, con el sueldo de cuatro reales, y el correo lo traía de Arcos de la Frontera un balijero dos veces por semana, los martes y sábado. En cambio tenía dos escuelas con ciento veinte alumnos, que supone una escolarización aceptable.
Sin embargo, es digno de resaltar que un pueblo tan pequeño en número en habitantes poseía un gran desarrollo en industrias derivadas del campo: dos fábricas de jabón duro y blando, una de aguardiente, un molino de aceite y tres de harina.
En el ámbito religioso era un curato de segundo ascenso, bajo la dirección de un cura párroco que pertenecía a la diócesis de Málaga, esta iglesia estaba bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. Pero el patrono era San Antonio de Padua, fecha en que se celebraban la fiesta de la villa; procesión del santo y romería a Los Cañitos, con  colgaduras, iluminaciones y toros.




L A   C R I S I S   D E   L A   M O N A R Q U Í A   LIBERAL.
LA    P R I M E R A   R E P Ú B L I C A 


Tras la revolución de 1868, iniciada en Cádiz el 18 de septiembre, finaliza el gobierno de Isabel II, constituyéndose un  gobierno provisional que convoca elecciones. Se elabora la Constitución de 1869, por la se instaura una monarquía democrática, al frente de la cual se sitúa a un italiano, Amadeo de Saboya, que nunca será aceptado por el pueblo. Tras su breve reinado fue proclamada la República el 12 de febrero de 18873, uno de los pocos sistemas de gobierno que no se había ensayado todavía en España.
En el último período de esta breve república, --11 meses--, se extendió el cantonalismo. En todas partes se alzaban banderas de autonomía frente al poder central, exponente de los brotes particularistas de las regiones, comarcas e incluso municipios.
Al frente del cantón de Cádiz se puso Fermín Salvochea. Los sucesos de la principal ciudad repercutieron  en El Bosque de modo indirecto. Sometido el cantón de Cádiz, los cantonalistas Salvochea y Guillén buscaron  refugio en la Serranía. Perseguidos por fuerzas del ejército, guardia civil y carabineros, llegaron  a Ubrique tomando posesión de su ayuntamiento. A los tres días, ante la proximidad de las fuerzas gubernamentales, partieron para Benaocaz, y huyendo por el desfiladero de Villaluenga, se aproximan a Benaoján,  donde fueron alcanzados y detenidos.
Con la libertad de asociación que rubricaba la Constitución Democrática de 1869, se extendió el movimiento obrero dentro del cauce la I Internacional. Muchas fueron  las federaciones locales y comarcales que surgieron a lo ancho de las ciudades y de los campos andaluces. El desempleo en las ciudades y los “hambrientos de tierra” del campesinado, con una vida vegetativa de brazos caídos en la mayor parte del año, condicionaron esta afluencia.
Del mismo modo se repitieron movimientos sociales de ascendencia socialista utópicca, aunque estos brotes se suscitaban a destiempo porque pertenecían a décadas anteriores. Joaquín Abreu, que conoció y trató a Fourier, había propagado por la provincia de Cádiz las doctrinas falansterianas, relativas a un sistema comunalista-colectivista ideado por Fourier, y le siguieron en sus ideales Pedro Luís Ugarte, Faustino Alonso y Manuel Sagrario de Beloy. Este pretendió fundar un falansterio, --comunidades voluntarias de agricultores, obreros, con administración, producción y consumo propio--, en el Tempul. Por decreto del 10 de enero de 1874, este movimiento societario fue ahogado por el gobierno.
Tras la República, entramos en una nueva fase de la historia de España que ocupará los años 1875 a 1898.
No obstante, y a pesar de la derrota española y el ocaso colonial, se puede alargar hasta 1902, mayoría de edad de Alfonso XIII y final de la regencia de María Cristina.
En 1875 vuelve a España la monarquía de Alfonso XII, de la dinastía de los Borbones, expulsados en la revolución de 1868, ahora bien, la restauración no supone una mera vuelta sin más a los principios y formas imperantes en anteriores épocas. Tanto las ideas como los hombres que protagonizaron esta época son diferentes, y participarán de una nueva mentalidad.
Dentro de este régimen político, los dos políticos más significativos fueron Cánovas y Sagasta, que implantaron la política del turnismo, es decir, el gobierno de dos partidos, el conservador y el liberal que se turnan por común acuerdo en el poder.   


L O S   M O V I MI E N T O S   S O C I A L E S 


Pero, en este cuarto de siglo de Restauración, con renovadas ideas y nuevos talantes, se desarrollaron unas realidades sociales, ideológicas, políticas y sindicales, de gran trascendencia y honda repercusión: los modernos movimientos sociales en España que tanta extensión alcanzaron en  la serranía de Cádiz y concretamente en El Bosque.
Tres aspectos revistió la protesta social: el bandolerismo, las sociedades secretas con sus acciones violentas y los movimientos obreros en su doble tendencia: anarcosindicalista y socialugetista.


En los años noventa estallaron unas revueltas campesinas, considerándose la más característica la erupción  social de miles de campesinos de la campiña de Jerez de la Frontera que, como un alud, se desplomó sobre la ciudad. La agitación, días después, se extendió a otras zonas de la provincia y a las de la inmediata Sevilla. Parece ser que el anarquista Felix Gravals influyó en el desarrollo. Cronistas de estos sucesos son Leopoldo Arias “Clarín” y Blasco Ibáñez en su  novela “La Bodega” con fondo histórico en la Mano Negra.
El cauce obrero socialugetista, por el contrario, no sobresalió por el número de militantes. No obstante, por la calidad de los afiliados: intelectuales, profesiones liberales, obreros preparados. El mismo Díaz del Moral así lo afirmó en su Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Sin embargo, hay que resaltar que ya, en la década de 1880, se fue extendiendo la corriente socialista por la sierra de Cádiz, reuniéndose los representantes de estos primeros grupúsculos en Alcalá de los Gazules.


   
 S  I  G  L  O      X  X


N U E V O S   P R O B L E M A S   E N   L A  V I L L A


En El Bosque, a pesar de que participaban de la recién llegada tranquilidad de la vida municipal, como sucedía en todo el país, surgieron algunos “pequeños problemas” que volvieron a enrarecer sus relaciones con las otras villas de la Serranía. Independientemente de las diversas opiniones que surgieron sobre la utilización y venta del Monte Albarracín, --que aparece todavía como tierra comunal--, en 1924 revive el antiguo pleito de El Bosque con las cuatro villas. Esta vez se manifiesta en una disputa, quizá fortuita e intrascendente, sobre el nombre que ostenta “tan poco favorable a su historial”. Entre otras razones se barajan estas: “…que le hace perder la buena reputación y fama adquirida”, “y que debido al favoritismo meramente particular que han venido prestando los caciques del antiguo régimen, y la incuria y abandono que la tenían sumidas éstos, que nunca se preocuparon de su buen nombre, hidalguía e historia, hasta el extremo de que gozara este pueblo del mal concepto entre los demás circunvecinos, y con el fin de hacer que desaparezca éste y vuelva a disfrutar de aquél buen nombre entre los demás, con la consideración y prestigio propios de la moralidad administrativa de sus habitantes, y que por derecho le corresponde…”, a los bosquenses quieren “…variar con el que se le conoce y distingue El Bosque por el de Nuestra Señora de Guadalupe, nombre que, entre otros, llevó antes la susodicha Invasión Francesa, y sin saber porqué se le adjudicó el mal sonante que hoy lleva”.








ADHESIÓN  BOSQUENSE  A  LA   DICTADURA 


Pero quizás el pleito sobre el nombre de El Bosque era exponente de algunas discrepancias más profundas. El Bosque, a diferencia de  las otras villas más sensibilizadas con los problemas sociales de la comarca, se adhirió a las manifestaciones que el 13 de septiembre se organizaron en toda la  Nación, para adherirse al Presidente del Directorio Militar General Primo de Rivera.
Para recordar esta fecha, a la calle Calzada se le cambia el nombre por el de Marqués de Estella, título que ostentaba el  dictador. Este acto patriótico fue festejado, con bailes públicos, en la Casa Capitular y en la iglesia parroquial se cantó un tedeum de acción de gracias. Igualmente se celebró, con júbilo popular, la noticia del triunfo obtenido en Alhucemas por nuestro valeroso ejército  que lucha en los campos de África, participando en el “Homenaje al soldado mutilado de África” con la contribución, por parte del Ayuntamiento, de veinte pesetas, y con veinticinco para el “Aguinaldo del soldado”.




L  A   II   R  E  P  Ú  B  L  I  C  A  


El 12 de abril de 1931 se celebran las elecciones municipales en todo el país, constatándose en los recuentos de votos una tremenda división entre las zonas rurales con predominio monárquico, frente a las grandes ciudades con resultados mayoritariamente republicanos. En la sierra de Cádiz fundamentalmente triunfaron las opciones monárquicas, aunque los partidos de izquierda se lo achacaron al consabido manipuleo de votos. En El Bosque los resultados fueron:
                                         Autónomos                                   9 votos
                                         Socialistas                                    4 votos 
                                         Indeterminados                            2 votos
Proclamada la República del 14 de abril, en El Bosque, los republicanos se lanzaron a la calle. Como declaró el almirante Aznar: “España se acostó monárquica y se ha levantado republicana”.
A lo largo de los cinco años, un poco largos, que duró la República, las inclinaciones republicanas predominaron en la Sierra de Cádiz.
En las elecciones a Cortes Constituyentes del 29 de junio de 1931, --dos meses y medios después de proclamarse la República--, en las que se redactaría la Constitución Republicana de 1931, refrendada en diciembre del mismo año, la coalición republicano-socialista no tuvo un triunfo tan claro como en las otras villas. Los radicales lerrousxistas ocuparon un puesto preeminente al alcanzar el primer lugar en número de votos. El Bosque parece ser que no vivió unos días de campaña electoral tan agitados como en los otros lugares. Los resultados fueron:
                                 
Moreno Mendoza (lerrouxista)                                    348 votos
Aramburu (¿)                                                                 348 votos               Muñoz Martínez (radical socialista independiente)   326 votos
Chacón (¿)                                                                       323 votos


En estos dos años de gobierno de la coalición republicano-socialista presidida por Azaña, y a pesar de los esfuerzos de Largo Caballero desde el Ministerio de Trabajo en pro de una legislación social, no se pudo conseguir la adhesión de la mayoría del país. Ni siquiera la izquierda brilló por su unidad.
A principios de 1933 la F.A.I., manejando a la C.N.T., intentó derribar al gobierno Republicano. Estas aspiraciones desestabilizadoras alcanzaron unas características especiales en Cádiz y provincia: los sucesos de Casas Viejas tuvieron lugar por estos días.   
Por eso, en 1933, el gobierno republicano-socialista sufrió derrota tras derrota: elecciones municipales, elecciones para el tribunal de garantías constitucionales… Como consecuencia, Azaña dimitió. El Presidente de la República Alcalá Zamora encargó, para que formara nuevo gobierno, a Martínez Barrios que disolvió las Cortes y convocó nuevas elecciones.
En las elecciones de diputados de 1933 se experimentó una agrupación de las derechas en un bloque unido, la C.E.D.A., mientras que la izquierda se presentó desunida. El triunfo de las derechas fue claro. Este predominio, a nivel nacional, quedó reflejado en los resultados provinciales pero no sucedió así en los de El Bosque:
De un censo de 774, votaron 627:


Frente de Derechas                                                   Coalición Republicano-radical


    Carranza                       178 votos  
    R. Piñero                       245 votos
    Palomino                      160    “    
   S. Caballero                   170    “ 
    M. de Pinillos               165    “   
   Glez. Rojas                     170    “
    García Atance               200     “  
   Tiberio Cervilla              285   “
    Pemán                           190     “  
    E. Noriega                     000    “
    P. de Rivera                  190     “   
    M. Gallego                     185    “
    Núñez Manso               170     “ 
    Bernal Martínez            141    “
    M. Herrera                   190      “
    Varela                            142    “  




              Candidatura de izquierdas


             Muñoz Martínez                                               262 votos 
             Calbo Cuadrado                                                205    “
             Suffo Rmos                                                       000    “
             Vega Montenegro                                             230    “
             Campos Villagrán                                             205    “
             Aguado de Miguel                                            262    “
             Pérez y Fernández de Castro                            480    “
             Roma Rubíes                                                    262    “


Los dos años de gobierno moderado, compartido entre radicales y cedistas, discurrieron con múltiples fricciones, e incluso intentos revolucionarios. Los ánimos estaban crispados. Y, como respuesta a la unión de las derechas, surgió el pacto electoral de las izquierdas, el llamado Frente Popular, incorporándose también  los anarcosindicalistas, hasta entonces 'apolíticos' y opositores de toda política 'burguesa'.
En las elecciones del 16 de febrero de 1936, El Bosque vibró con pasión el frenesí de las elecciones. Fue campo abonado de las propagandas e ideologías encontradas. Estas posturas tan encontradas pudieron tener explicación en el nefasto invierno de 1936.
En las elecciones de 1936, tuvieron un sonado triunfo la unión de laz izquierdas. El Frente Popular aventaja decisivamente en la provincia, a los del Frente Antirrevolucionario, ocupando los ocho primeros puestos en el número de votos y en las listas provinciales.
Sin embargo, en el municipio, el Frente Antirrevolucionario acapara los primeros puestos en el  número de votos:


FRENTE POPULAR DE IZQUIERDAS                  FRENTE ANTIRREVOLUCIONARIO


Muñoz                17  votos                                         Carranza                      611  votos   
Campos              17  votos                                         Atance                          611  votos
Caballero           17  votos                                         Varela                           611  votos
Ortega                17  votos                                         Moreno                         611  votos
Calvo                  17  votos                                         Núñez                            611  votos
Taltabull            17  votos                                         Palomino                       611  votos
Pestaña               17  votos                                         Canals                           611  votos
Aguado               17  votos


    
Una serie de problemas sufría El Bosque en los años 1935-36, a causa de las calamidades y miserias que padecían los obreros en paro. Se solicitaba para ellos socorros y pan, con el fin de atenuar en algo su gravedad. También el ayuntamiento aprobó la recogida de aceitunas de las vías pecuarias, con el fin de proporcionar trabajo.
Otro problema es el de la escolarización, y para solucionarlo se pidió al Ministerio de Instrucciones Públicas la construcción de un grupo escolar, por cuenta del Estado. La corporación se comprometía a contribuir con el 15% del importe total.
En los seis meses de gobierno frentepopulista, el antagonismo de los dos bloques contendientes, y de los minigrupos en cada uno de los bandos, impidió toda convivencia ciudadana. Estas posturas tan encontradas pudieron tener alguna explicación en el nefasto invierno de 1936, cuando la economía de la Sierra se encontraba en un callejón sin salida. Un período de lluvias persistentes impidieron que la población campesina se pudiera desplazar, permaneciendo inactiva en los pueblos.
Este dualismo, –impulsado por diversos factores que la historia se encargará de dilucidar--, desembocó en un golpe militar que derivaría hacia una cruenta guerra civil. Y así sucedió. El 17 de julio se sublevó el ejército de África y el 18, en la Península, triunfando el golpe militar de Algeciras, San Fernando y Cádiz.




DE LA  GUERRA  CIVIL  A  LA  DEMOCRACIA


Las consecuencias del golpe militar y de la guerra civil, se van a dejar sentir con intensidad en toda la Sierra. Dos serán los resultados más inmediatos: la represión a los ciudadanos inclinados hacia las tendencias que apoyaban al régimen Republicano, y un aislamiento forzoso de la juventud de Grazalema en el ejército sublevado, engrosando las fuerzas de la llamada Zona Nacional.
Estas circunstancias bélicas repercutían negativamente en la economía de El Bosque, tanto en la agricultura como en la ganadería; en la primera por la falta de brazos, y en la segunda por los destrozos de la guerra.
Por  otra parte estaba el tremendo problema de la escasez de combustible,  del que estaba muy necesitado todo el país, y al que se pudo dar una solución, o al menos ser paliado por los carbones elaborados con la madera de los bosques de la Serranía.  
Con la guerra se originará una lacra social: el bandolerismo emparentado también con problemas de orden ciudadano. Estos hechos de bandidaje, aunque presenten algunas semejanzas con los que sucedieron en siglo XIX, aportan otras realidades distintas. La principal pudiera ser la de un bandolerismo nacido en las entrañas de la guerra civil: personas que han huido por el temor a la represión del bando triunfador y, para sobrevivir, se han dedicado a la rapiña.
Como ejemplo de esta despolitización y, dirigismo de la vida municipal, las nuevas autoridades nombraron unilateralmente al Alcalde y a los gestores, hoy concejales. Este nuevo alcalde, cuyo patente  de legitimidad proviene por vía militar, decidió por presión o consejo a cambiar los nombres de las calles que recordaban al Régimen Republicano fenecido, sobre todo si aludían a personas o hechos del Frente Popular. Así la Plaza de la República y las calles Augusto Rodríguez, García Hernández y Alzamora, recibieron los nombres de la nueva situación: Plaza de José Antonio y calles de Calvosotelo, General Franco  y Cabo García Gálvez, respectivamente.
Sin embargo, --y seguramente para paliar este contraste ciudadano entre un régimen democrático y otro dictatorial--, se intentaron dar muestras de eficacia en la vida del municipio. Por eso se dará un gran impulso a las mejoras del pueblo.
Y en verdad que mejoró El Bosque en los años del Régimen franquista. Prueba de ello es el aumento poblacional, frente al descenso de otras villas: de 1,825 habitantes en 1935, pasa a 1.735 en 1950.
Pero sobre todo serán las construcciones realizadas que parecen responder a todo un “plan municipal”, sin poder precisar cual fue el motivo del porqué en El Bosque se vuelcan las finanzas extra-municipales. Sea cual fuere su razón impulsora, es cierto que la villa bosquense se desarrolló configurándose tal como es hoy día.  
--En el año 1951 sobresale la construcción del “Grupo Escolar José Antonio”, nombrándose hijo adoptivo de la villa al Gobernador Civil Rodríguez de Valcárcel, en prueba de agradecimiento.
--Marzo de 1957: dentro del “Plan de Cooperación Provincial del Bienio 1957-1958”, “se aprueba la construcción de un Mercado Público de Abastos. Dos años después se designa el solar donde será construido. Este mercado quedaría inaugurado en 1960, año en que se procede al arrendamiento de los puestos.
--Marzo de 1958: se acuerda la construcción de la Cruz de los Caídos, con cargo a los fondos municipales.
--Abril de 1959: la instalación de la línea telefónica, con la central municipal de teléfonos situada en la calle Moreno de Mora, rompiéndose la incomunicación que había sufrido la villa.
No obstante, es en los inicios de la década de 1960 cuando se deja sentir en El Bosque la acción social de la Diputación Provincial. Con su ayuda se potenciarán los edificios del municipio, aportando su configuración actual y acortando diferencias existentes respecto de otras villas de la Provincia e incluso de la misma Sierra Gaditana.
--Una nueva plaza dedicada a D. Álvaro Domecq, Presidente de la Diputación Provincial.
--En 1962 se expresa el deseo  de dotar a esta villa de una Biblioteca Pública Municipal, con el fin de elevar el nivel cultural del vecindario, y al año siguiente, queda instruido el expediente para la construcción del edificio.    
En 1964 se proyecta construir un edificio para el Ayuntamiento y las demás dependencias oficiales. Se adquiere un solar en la Plaza José Antonio Primo de Rivera, núm. 1. se designan como arquitectos y directores de las obras, a D. Francisco Hernández Rubio y Cisneros y a D. Honorato Castro Valero. Las obras se paralizan en 1968, por falta de medios económicos. Pero se pudieron continuar con la ayuda prestada a fondo perdido por la Diputación Provincial.
En 1965, con motivo d la celebración del “Primer Día de la Provincia” se inaugura la Plaza de Toros.
En este mismo año se aprueba el proyecto para la construcción de dos piscinas, la municipal y otra infantil, cuyos arquitectos son los mismos del Ayuntamiento, quedando terminada a principio de 1969, en el sitio conocido por “El Andén”. Complemento de estas ejecuciones figuran las instalaciones deportivas que se construyeron en  su cercanía.
1967-1968: Una serie de obras que elevan a la villa a un nivel de municipio desarrollado: el alumbrado y electrificación de toda la población, la conducción del alcantarillado y pavimentación de las calles, la construcción de cuatro escuelas con sus correspondientes viviendas para maestros.
Una villa, con la belleza de su geografía serrana y con el desarrollo de su emplazamiento municipal, derivó hacia un centro turístico, reconocido a nivel comarcal, provincial y regional. Como resumen y colofón de todo lo dicho, cabe destacar el Parador Turístico construido por la Diputación, junto a la carretera de El Bosque a Benamahoma, que supuso un paso decisivo para la promoción turística de la Sierra. Se encuentra en el solar de la finca llamada “Hacienda de El Olivar”.  
Pero, en El Bosque, no todo fue ayuda de fuera. También  los vecinos de la villa de El Bosque dieron muestras de organización al saberse beneficiar de las ofertas de las autoridades provinciales y estatales. Un ejemplo de ello, que los antepuso a los demás pueblos de la provincia, fue el primer premio de embellecimiento conseguido y otorgado por la Excma. Diputación de Cádiz en 1966. Obtuvo también, el mismo año, una mención honorífica en el concurso nacional patrocinado por el Ministerio de Información y Turismo.
El escudo de la villa es de los Ponce de León, sus primitivos Señores, como afirma en 1847 Luis de Igartuburo en su Manual de la Provincia de Cádiz. También lo usaron y usan Grazalema, Ubrique Benaocaz, Villaluenga y demás villas del Señorío. La descripción de las armas contiene estos apartados: Escudo partido en pal. En  el primero, que es de plata un león rampante de gules, coronado de oro, que son las armas reales de los Ponce de León. Y en el segundo, que es de oro, cuatro palos de gules, que son las armas reales de Aragón. Bordura general de Azur con ocho escudetes de oro fajados de azur, y al timbre corona Ducal. 




L A   E S P A Ñ A   D E M O C R Á T I C A 


Tras la muerte del General Franco y el gobierno “vacilante” del presidente Arias, el nuevo presidente del gobierno Adolfo Suárez, nombrado a propuesta del ya desaparecido Consejo del Reino, anuncia una reforma  política, utilizando los mecanismos del Antiguo Régimen del 18 de julio. El bosque respondió con un sí a todas las consultas electorales con las que se levantará el “Nuevo Régimen Democrático”.
En el referendum del 16 de diciembre de 1976, para impulsar la Reforma Política, El Bosque alcanzó un 98,4% de votos afirmativos. Es decir, de un censo de 1.171 habitantes en  edad de votar, lo harán afirmativamente 860. una cifra que se podría calibrar de “record”. Similar trayectoria seguiría en diciembre de 1978, cuando ratificó la Constitución con 789 votos afirmativos de un total de votantes de 814, de un censo electoral de 1.362 ciudadanos en condiciones de votar. Hubo una fuerte abstención con un 40%, aunque el porcentaje de síes entre los votos emitidos fue aplastante.
En las elecciones, con diferentes candidaturas conforme a los diversos partidos que contendían, no se observa, sin embargo, una línea clara de opción. No obstante los resultados son más similares que los de otras villas de la Sierra.
El 15 de junio de 1977 se convocaron elecciones constituyentes, con  el fin de elegir a los representantes provinciales, tanto para el Congreso como  para el Senado, que participará en la  elaboración de la futura Constitución democrática. Las inclinaciones de la villa fueron un claro predominio de Unión de Centro Democrático que obtuvo 394 votos, seguido del Partido Socialista Obrero Español con 223 votos. Los restantes partidos no obtuvieron una representación digna de tenerse en cuenta. Respecto al Senado, triunfó también U.C.D.: Villar con 432 votos, Cortés con 420, y Morales con 417.
El l1 de marzo de 1979 se realizaron las elecciones legislativas, obteniendo el triunfo la U.C.D. con 373 votos, seguido del P.S.O.E. con 212.
Finalmente, en abril del mismo año, se convocaron  las primeras elecciones municipales, constituyéndose un municipio con predominio del P.S.O.E., que obtuvo cinco concejalías, frente a cuatro de U.C.D. y dos Independientes.




A S P E C T O S   A R T Í S T I C O S 


Debido a su reciente creación, el aspecto artístico de El Bosque está poco desarrollado.
La iglesia parroquial, bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, fue solemnemente consagrada el 19 de junio de 1887 al Sagrado Corazón de Jesús, al igual que todas las demás de las diócesis de  Málaga.
Es una iglesia en tres naves, la central más ancha y alta que las laterales, con ábsides de testero plano. Cada una de estas naves consta de tres tramos.
La nave central está cubierta por bóveda de cañón, reforzada por arcos fajones y las laterales adinteladas.
Arcos formeros de medio punto separan las tres naves apoyadas en pilares rectangulares que a la altura de la imposta tiene molduras que semejan capiteles de pilastra.
En  el exterior aparecen las distintas alturas de las naves que tienen cubierta a dos aguas. La puerta de acceso se encuentra en la nave lateral derecha y sobre ella recorta su perfil una espadaña hecha de ladrillos que descarga su peso abriendo en ellas tres huecos para las campanas.
Enguanto a las artes decorativas, encontramos escasos ejemplos. Es digno de destacar el lienzo que nos muestra a la Virgen de Guadalupe sedente, con el niño en sus faldas. Vestida ricamente y coronada, entronizada en una hornacina de medio punto y flanqueada por columnas salomónicas.

 Jesús de las Cuevas. 
* Versión corregida.