Crónica de un guateque...


La directiva de las Asociación Gastronómica de El Bosque se decantó en esta ocasión por celebrar el tradicional ágape trimestral en uno de los salones de la Venta de Julian; por cierto, muy espacioso y bien diseñado para este tipo de celebraciones, y, hasta yo diría, con una decoración y acabados elaborados con muy buen gusto, y con depurada técnica ejecutados sus logrados revestimientos.

A base fox lentos y bailes poco movidos hubo que cubrir el horario bailongo, pues, con la tripa repleta de deliciosos platos de todo género, a ver quien es el guapo se se arranca por cha, cha, cha, milongas, salsas o estos otros bailes tribales, en el que priman los saltos y el movimiemiento 'continuo' de los biceps y los tripces, por encima del melonar en que se están convirtiendo las cabezas en el huerto de nuestras vidas, muy en boga para las nuevas generaciones que lo practican en discotecas y otros aquelarres bailaores, hasta la extenuación.

La hora del cava se acerca y comienzan los brindis solitarios, como el que practica esta dama encantadora, mientras su marido apura los últimos arpegios musicales midiendo el ritmo de su esqueleto con otra compañera, sin incurrir, ni muchos menos, en poliandria.

Ismael viene solo, de 'Rodríguez', no por denuedo de macho iberonato ni por capricho ni riña conyugal, sino por avatares más tristes que se han cebado en la osamenta de su adorable esposa, impidíendole todo tipo de ingestas, bailes y diversión, merced a la algidez que le produce la patología. Desde aquí le deseo una pronta recuperación, la cual acontecerá, seguro, porque ella, María, tiene voluntad de hierro.

Heme marcando torpemente los pasos de un pasodoble andaluz, ocasionado por la gentileza de Loli, quien, al saber a mi esposa circunstancialmente indispuesta para el ejercicio del baile, se apiadó invitándome a compartir dicha pieza.
La impronta la disparó el fotógrafo oficial del Condado, D. Antonio Ramírez, al objeto de inmortalizar la madeja en que me convierto con estas lides bailarinas.

Casilla en pie como los buenos patriarcas tras el cuarteto formado por su mujer, la mía, Pepa y su marido Pepe Cañas. Dan la impresión de estar visonando un vídeo de Telecinco con su Belén Esteban, por la concentración y la atención que se aprecia en sus posturas y en sus rostros anonadados.

Yo nunca he visto como se desarrolla un campeonato de pelar gambas, pero una vecina comenzal con quien compartíamos mesa y mantel, estoy seguro se llevaría todos los premios si concursara, a juzgar por la celeridad en que convertía en montones de corazas crustáceas los platos de los pobres langostinos, a los que hubo rebajado con tal aptitud a la categoría de humildes aceitunas. Menos mal que me dio tiempo a probarlos, lo hice con tres paupérrimos ejemplares despachurrados que quedaron tras la debacle causada por la insaciable comedora, pues, tal cual las pelaba, las deglutía.

Arriba, mi amigo Juan disfruta alzando su copa al viento, brindando por la superación de la crisis, aver si otro futuro estado de bonanza le procura más encargos cristaleros; que es a lo que se dedica él: a fabricar portajes y ventanas y todo lo que se tercie de aluminio. Pienso que piensa mientras brinda: "El camarero, viendo que perdía/también bebía".


Además, una perspectiva general con el inveitable arbolito navideño, cargado de borlas, cintas y bombillas.
Esta instanténea mía es de la autoría de mi esposa, como casi todas; pues no tenía yo hoy muchas ganas de hacer reportajes.





Pepe Miguel con su esposa disfrutan de lo lindo, y adoptan las poses más sofisticadas dada su experiencia en estas lides, en las que son los maestros por antonomasia. Además llevan la marcha en la sangre; y por las vivencias compartidas en esta y otras muchas ocasiones con ellos, deduzco que les queda cuerda para largo, pues no se han quejado nunca ni les duele siquiera el calcáneo tras largos taconeos.


Manolo, cuando no está durmiendo esta comiendo. Helo junto a Antonio con la cabeza inclinada, comiendo, parece que esta vez: después vendrán los ronquidos. Esos son los gajes del oficio de panadero y cazador que ostenta el aludido.


Esteban, quien no se separó de su querida esposa en toda la preciosa velada, también los ha inmortalizado la mía, aunque algo movida la foto; mas quienes le conocen saben de quienes se trata.

A él le llamamos cariñosamente "El Colorao", seguramente por su escaso bello rubicundo; a su esposa ya la hemos tratado anteriormente en un retrato en el que se encuentra sóla. Mis impresiones son de una pareja encantadora.




La soledad de Ismael se adueña de su espiritu y apenas le queda ánimo para esbozar una
lánguida sonrisa.




Manolo el de las Hazuelas y su conyuge son de los
socios más veteranos.

















Bien, creo que, aquí están todos los que son, aunque no son todos los que están.

Pero, desde luego, el que no se haya movido, aunque no muy bien, seguro que ha salido.


¡Hasta la próxima comilona, amigos!

E.V.S.

2 comentarios:

Flamenco Rojo dijo...

Qué bien se os ve...No sabía que la Venta Julián tuviera este salón. Tiene muy buena pinta.

Un abrazo.

Pd.- Anda que no le ha sentao bien a Pepe Miguel la jubilación.

Joaquin Lopez dijo...

Me he alegrado mucho de ver éste vídeo ya que he reconocido a toda la gente del pueblo en éste evento.
Por lo que veo estais muy bien conservados a pesar del tiempo.
Siempre que podais seguid disfrutando.
Muchos besos para todos.

Conchi Chacón Viruez.