En término globales, el ser humano es tímido y, en determinadas circunstancias, hasta denotamos en nuestra conducta pautas de cobardía. No temamos, dichas pautas son naturales y producidas por el miedo escénico que todos padecemos cuando nos sentimos observados; sobre todo, si se trata de un prójimo de la misma capacidad anímica que nosotros y, aún más, si nos sentimos inferiores en cuanto a la capacidad del observador u observadores.
Por el mismo procedimiento varían nuestras conductas dependiendo si actuamos en grupo o en solitario. El ego parece crecerse cuando nos sentimos arropados por la presencia de acompañantes o amigos, y solemos comportarnos de un modo más extravertido. De ahí, la naturaleza de las punibles conductas que observan esos grupos o pandillas de vándalos alborotadores que surgen, enfrentándose entre sí, organizando auténticas batallas urbanas sin escatimar en destrozar e incendiar cuanto mobiliario urbano, escaparates, quioscos, etc., encuentren a su paso, e, incluso agrediendo a la autoridad y a cualquier vecino que se tropiecen. Esos mismos individuos en solitario muestran un modo de ser que difiere en un cien por cien que acompañados, a excepción de algún perturbado, que ya es otra historia.
Retomando el comienzo del hilo de la presente reflexión, es muy corriente observar u observarnos cuando nos carteamos con un inocente disminuido psíquico: En el trato se advierte lo desinhibido de nuestro rol al considerarlo en inferioridad intelectual. Y no estamos haciendo mas que interpretar el papel de lo que realmente somos, ó como desearíamos ser en el contexto genérico de nuestras relaciones. Por tanto, no es que seamos irreverentes con los citados incapacitados, es que, a lo largo de nuestro deambular cotidiano, no encontramos otra ocasión más oportuna para expresar parrafadas, gestos y actuaciones reprimidas en nuestro yo, y vertemos todo ese deseo acumulado en nuestro intrior, por la comodidad que se nos ‘brinda’ ante personas de esa naturaleza psíquica. Mas, en numerosas ocasiones nos equivocamos, y nos sorprende el desenvolvimiento en la actividad que desarrollan muchas de estas personas, como es el caso de KIKO, arriba fotografiado, con su ‘jefe’ y una extraordinaria compañera.
1 comentario:
Tienes muchísima razón en cuanto al comportamiento humano, es que cuando alardea es que más que mostrar sus potenciales está mostrando sus carencias. Nadie que está seguro de lo que es necesita dar pruebas de ello, le basta con saberlo . El chico de la foto en lo personal me inspira una enosrme ternura y no por su " discapacidad" si no porque siento que está tanto más cerca de Dios que nosotros los que hemos nacido "normales". Un placer compartir tus pensamientos y disculpa mi intromisión en ellos.
Cecy
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