LA RUTA DE GUADIARO



Para visualizar las imágenes más grandes, pincha en ellas

Ha sido una caminata larga, al menos para mi (9 kilómetros campo a través), pero ha merecido la pena.
Estoy hablando del domingo, día 4 de Octubre, un precioso día otoñal, con un sol espléndido, un cielo despejado e intensamente azul y unos paisajes inenarrables, como lo son los que recorrimos dicha jornada por la orilla del Guadiaro, desde Benaoján hasta Jimera de Libar. La vía del tren se extendía bajo nuestra mirada, orillando el profundo río Guadiaro en un marco incomparable. Tuvimos la oportunidad de columbrar un par de trenes que circulaban, uno hacia Ronda y otro al contrario, lo que hizo las delicias de los más pequeños, sobre todo de mi nieta Carla, quien, estoicamente anduvo, sin rechistar durante todo el camino, animada, sobre todo, por la ilusión de regresar a Benaoján a bordo del Expreso como, más adelante se detallará.



































La doble vía del ferrocarril serpentea por la Cuenca hasta perderse en el túnel o entre los oteros repletos de alcornoques para reaparecer después en lontananza. Se observa en la foto del pie alguna aparición del largo monstruo metálico aferrándose a la base de hierro por la que circula dejando oír el característico y entrañable traqueteo. Es como visionar un film decimonónico; una formidable secuencia retrotraída del pasado; un juguete para niños y mayores en medio de la Cuenca; un espectáculo o atracción de feria sobre un escenario virtual…








Esto es caminar por el olimpo de los dioses, y, como no podía ser menos, por allí merodeaba Helicón, el rey de las musas, a una de las cuales llamada Ania, instó a que me ayudara a entrar en trance de inspiración. No solo obedeció al instante, sino que me obsequió con el milagro de su materialización, y apareció ante mi grata estupefacción, accediendo a hacerse una foto conmigo, a raíz de lo cual, ya entrado en vena, procedí a componer las cuartetas siguientes:


Tu amable requerimiento,
rubia musa encantadora,
me ha dado el entendimiento
para escribir esto ahora:

Ay, Valle del Guadiaro,
que igual que huele el romero
tú hueles a bandolero
porque le diste tu amparo.





Entre la andariega comitiva, de la mano de su padre o su madre y otras veces acompañada de su amiguita María, hora con su tía Juani, hora con su ‘papabé’…, cámara en ristre iniciándose ya en el arte de la fotografía, tocada con su graciosa gorrita americana por cuyos laterales se escapan dorados mechones y una colita de caballo dispuesta de forma que asoma graciosamente por la apertura que llevan este tipo de gorras en el centro inferior de su parte trasera, y donde acaban sus diligentes piernecitas unas zapatillas de deporte, continuaba incansable mi adorable nieta Carla, ávida por conseguir el ansiado objetivo de viajar por vez primera en el citado tren que la devolvería a Benaoján. Eso sí, bebiendo bastante líquido, (Acuario en este caso). Cuatro añitos, con sólo esta tierna edad hizo entera la ruta sin descansar ni quejarse. Tiene la energía de un guepardo y la inteligencia de una niña de diez años. Más, al regreso, en cuanto estuvimos a bordo del auto, previamente aparcado junto a la Estación, se quedó grogui en un instante y no despertó durante todo el viaje.
Esa loable ‘gesta’ me ha animado a repetirla con su prima Aitana, la que recordé bastante durante todo el tiempo que duró la expedición, porque antes me había pedido varias veces que deseaba acompañarme en mis paseos por el campo. Estoy convencido que a Carol le ocurre lo mismo, le hubiera encantado acompañarnos también.
Me encantaría inculcar a todos los demás nietos este pedestre ejercicio, más, con los mayores lo he intentado de forma recurrente sin éxito. Ojalá que mi Carla, mi Aitana Carol y Alejandra estén más dispuestas, aunque, por lo expuesto, al menos Carla, no me va a fallar.


A ratos propiciaba retrasarme del grupo pretextando capturas fotográficas, dejando que todos me adelantasen para quedarme a solas con mis musas, boli en mano y un pequeño mazo de hojas de papel amarillo reciclado, al objeto de plasmar en la presente redacción el maravilloso panorama circundante, sentado bajo la amable sombra de los Quercus escribiendo dichas impresiones.
A medida que se alejaba el grupo se intensificaba el bucólico silencio quebrado a veces solo por aves como el mirlo y el petirrojo, o el lejano alborozo de algún chivillo retozando junto a la rumiante madre cabra; lo que es igual a estar en franca comunión con la Madre Natura.
Veíanse alquerías, cortijos y pueblos pulcramente enjalbegados a los pies de los agrestes roquedales donde comienza la franja verde de los bosques y la fronda, contrastando suavemente con el verdor oscuro del follaje y con los cenicientos picos de la cumbre, la cual forma un quebrado horizonte a todo lo largo y alto de la subbética serranía.

Agotada la inspiración me incorporaba al grupo acelerando la marcha, incluso corriendo, por el estrecho sendero inclinado, afortunadamente, hacia abajo. Pues hay que hacer constar que, desde Benaoján a Jimera, casi todo el camino es cuesta abajo, motivo por el cual tomamos como punto de partida Benaoján y no al revés.
Llegamos, por fin, a Jimera de Libar. Visitamos, primero, la estación de ferrocarril.
Fotografiamos unos viejos vagones ya inutilizados, aparcados en una vía muerta. Después nos acomodamos en unas sillas, con sus correspondientes mesas, claro, y tomamos unas consumiciones.
¡Pero, vaya como entienden estos aldeanos la cacareada crisis!: Un euro setenta y cinco, los refrescos; los cafés, 1,50 €… Total, que allí echamos el rato hasta que llegó la hora de irse acercando de nuevo a la descrita estación. Que, por cierto, Pepe Téllez, se reveló como un auténtico chistoso. ¡Quién lo diría con lo introvertido que parece! Pero chistes de un verde muy subido. Lo cual motivó el que le compusiera unos ripios para la ocasión:
Tu vives donde yo vivo,
es decir, allí en La Vega,
por lo que a ti no te pega,
Pepe, que seas tan lascivo.


La expedición se componía de: Ania y su compañero; Pepe Téllez y esposa e hija; Pedro Andreus y esposa; José Benítez y esposa; Carlos Menacho, esposa Eloisa y su hija Carla; Antonio Ramírez y esposa; Pepi Benítez y Amaranta; Juani Calero; Juani Vázquez; Emilio Vázquez.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Anónimo dijo...
Un reportaje precioso y muy humano. Las fotos acompañan tan bien el relato que se vive con intensidad, como si estuviesemos allí.
Dan ganas de hacer este paseo con vosotros, subiendo por supuesto al tren.
El rio Guadiaro está muy recuperado.

Pepa Benítez dijo...

magnífico relato del recorrido, me gustaría coger algunas fotos, pero no se como hacerlo

Anónimo dijo...

Genial,a mi también me encanta la espontaneidad de la imagen, y, por supuesto, tus palabras.