COLEGIO DE CAMPANO
Campano es a sus viejos alumnos, lo que un cementerio a las familias creyentes de los difuntos.
Allí yacen sepultados los mejores, más tiernos y sugerentes recuerdos de su primera juventud en sepulcros de indeleble nostalgia.
Acudir de cuando en cuando, para ellos, es sentir la sensación agridulce de recordarlos visitando las místicas ‘lápidas’ en formas de cuadros, murales y litografías que representan con profusión a S. Juan Bosco, su desafortunado discípulo Domingo, La Virgen sosteniendo El Sagrado Niño entre sus brazos, etc. etc.
Se trata de un viejo colegio de Salesianos ubicado en las cercanías de la Bahía de Cádiz, que, a juzgar por la excelente preparación y principios de sus antiguos alumnos, ha debido ser uno de los mejores de la provincia.
Recorrer sus espaciosas salas, patios y pasillos impregnados de una envolvente atmósfera mística y marcado espíritu Salesiano, evoca un pasado, no muy lejano, de provechosos y entusiastas estudios, y de profesores-discípulos en franca comunión, en la que se siente, un profano como yo, retrotraído a esa época gloriosa salesiano-ecuménica, sin haber estado. Se sienten, también, los rigurosos métodos empleados por la docencia, para obtener los altos niveles de formación que alcanzaron los antiguos discípulos; aunque hoy se vean anticuados, eran, sin duda, los más adecuados para la época. Subjetivamente, los cambiaba sin vacilación por los actuales, repletos de fracasos y de otos factores más fuertes que no voy a mencionar.
Las espaciosas zonas verdes y de recreo, con sus pinos de Arizona y demás flora exótica, aunque algo desatendidas, tal vez por falta de presupuestos, se les nota un suntuoso pretérito; y de niños correteando sobre su tupido césped, bajo las frescas sombras de los descritos árboles; o alguno que otro solitario, pensativo y taciturno por carecer de capacidad de adaptación, pensando en volver a casa y estar con los suyos. –De todo habría-
Cuando visito dicha institución, me acude la extraña sensación de haber sufrido allí un fracasado curso, y haber tenido que abandonar por falta de vocación, o algo así. Debe ser por las visitas hechas al lugar con amigos que fueron antiguos estudiantes en sus aulas, cuya estancia conocía por la correspondencia que mantenía con ellos.
Desgraciadamente ése anhelado y sueño dorado no pudo llevarse a cabo por falta de medios económicos.
Saco la presente alocución a colación porque hoy hemos visitado ese lugar encantador Antonio Ramírez y esposa, Rafael R. su primo y esposa, a quienes dedico este recuerdo, y mi esposa y yo.
Posdata. Lamento que mi cámara de fotos no funcionara para hacer algunas ilustraciones, pero confío que el amigo Antonio la encabece con alguna de sus improntas.
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