Musa de Semana Santa



En su incipiente y pueril inquietud por descubrirlo todo lo más aprisa posible, en su avidez e ilusión por probar cuanto esté a su alcance dentro de su mundo variopinto, fantástico y maravilloso, Aitana, mi encantadora nieta Aitana, me ha pedido esta tarde uno de sus infantiles deseos; mejor dicho, dos: El primero, acudir a la procesión que se celebra esta noche en la feligresía de nuestra localidad de El Bosque con motivo de la celebración de Semana Santa; el segundo consiste en pasar la noche con nosotros, en casa de sus queridos abuelos maternos.
“Hecho, Aitana. Pero, la primera petición se la trasladaremos a tu padre porque, como consecuencia del mal estado en que me encuentro por mor del catarro contraído, me resulta imposible acompañarte; pero, no te preocupes, tomaremos el móvil y telefonearemos a papá y le haremos prometer que te acompañará.”
Así lo hicimos. No hubo problemas.
La niña debió añadir con su nuevo descubrimiento ingredientes religiosos al acerbo de su activa imaginación, que traducirá su cerebro en sensaciones divinas y reconfortantes mientras dure su dulce y mágica etapa prepuber. Ya habrá luego quien se apresure en desmontar toda esa magia inocua, de su maleable cerebro para introducirle “Cultura Sostenible”, como de la que se ocupa cierto ministerio relacionada con la búsqueda del placer mediante ‘…la excitación del clítoris y el labio menor…’
Toda esa superchería –dicho sin ánimo peyorativo- mesiánica compuesta por celebraciones relacionadas con nuestra religión, como los Reyes Magos, La Semana Santa, Etc. Etc., constituye para los niños el primer plumón cultural que abriga su tierna infancia, cuyo didáctico calor permanecerá activo en su moral, a lo largo de toda su vida.
Queda sobradamente demostrado que, ninguna etnia, civilización o cultura, sabría sobrevivir sin la imprescindible motivación religiosa que sustenta el espíritu del ser humano, en términos globales.
Hete, si no, los dioses que se veneran en el Planeta Tierra, que rebasa la cifra de los 600.000. (Sí, SEISCIENTOS MIL, he dicho.)
Y, subjetivamente, no me cabe duda, de que, si de maldades se trata, y hablando de religiones, la menos mala es la Católica Apostólica y Romana: La nuestra.
Y ustedes pensarán en la Inquisición, la pederastia, los abusos en general propiciados por la misma. Pero, aún así y todo, condenando todo lo nefasto y negativo de la nuestra, no guarda parangón con otras que, como todos sabemos, porque tiene vigencia palmaria, mutilan, matan, promueven masacres y hasta se autoinmolan en nombre de su dios en la actualidad.

Siguiendo el hilo de la primera edad exclamo, ¡pobres!, llegadas-os a esa incierta etapa de la pubertad, deberán emprender cuasi solos un camino lleno dicotomías confusas, decisivas para su dudoso devenir. Sólo hallarán la dirección correcta si sus principios han sido pedagógicamente correctos, y férreamente forjada su moral.

Para todo hay un tiempo: Para la infancia y la niñez, la guardería y la escuela; para la difícil y excitadora adolescencia, un Instituto con eficaz profesorado y unos padres receptivos, comunicativos y conscientes de la gran responsabilidad paterna que constituye la engendración, adecuada educación y tutela de los hijos, para que arribe a buen puerto su destino.
Para el decisivo tiempo universitario, ya debe estar suficientemente formada la persona y gozar de una plena seguridad de elección a la hora de decantarse por una profesión que, no siempre debe ajustarse al socorrido tópico vocacional que nos empuja, a veces, a elegir la carrera equivocada, por la adopción de romanticismos vocacionales que, tras un largo y duro periplo estudiantil, nos posibilita un título, sí, pero que una vez obtenido, sólo sirve para adornar las paredes de tu despacho, porque no se corresponde con el que se requiere para acceder a la vigente demanda de empleo. Por eso, no hay que desdeñar la necesidad de vivir del salario que te pueda proporcionar la carrera adecuada a las necesidades laborales contemporáneas, aunque ello suponga renunciar, en principio, a la del dorado sueño de la vocación. Tiempo habrá para ello -si persiste el gusanillo- cuando, con tu empleo, te ganes holgadamente la vida.
E.V.S.

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