ODAS LUGAREÑAS

LA PATOLOGÍA DE LOS ÁRBOLES.
Las incidencias patológicas que, en los bulevares y parques viene padeciendo el arbolado de Madrid, no es ningún fenómeno endémico ni aislado de la región, como se pretende hacer creer mediante las manifestaciones que buscan consecuencias y culpables hasta en los entresijos de la crisis. Este es un fenómeno generalizado, que se viene observando desde hace bastante tiempo, aunque en los últimos años se han hecho notar más los síntomas, como ocurre en la mayoría de las patologías. Porque, esto es, sin ningún género de dudas, una patología manifiesta.
Nada es infinito en el macrocosmos, y no iba a beneficiarse de una excepción nuestro delicado planeta azul, el cual, como los demás astros, cuerpos celestes y planetas, está sujeto a las inexorables reglas del Universo. Total que, como se suele decir, nada es infinito en la vida: nacemos, nos desarrollamos y morimos. Como consecuencia, todos los seres de la Tierra, incluida la masa forestal, tienden a ir desapareciendo, oportunamente. Y, en ese ciclo nos encontramos respecto de las plantas de nuestro entorno, que, agotado el cual, ha dado comienzo a una decadencia del régimen que sustenta a las especies, que motiva el envejecimiento y la desaparición paulatina de las mismas.
Así estamos asistiendo a la incurable enfermedad de los olmos, (grafiosis), cuyo hongo provoca una decrepitud en los mismos como consecuencia de anomalías en el flujo de la savia, que acaba eliminándolos, provocando una notable disminución en la población de esta especie, que acabará extinguiendo, inexorablemente, la misma.
Lo mismo se podría decir de la “seca de la encina”, cuya afección, producida igualmente por hongos, está haciendo mella de forma notable entre nuestros encinares mediterráneos.
Desde que en el Triásico desapareció de la faz del
Planeta Tierra la práctica totalidad del reino Vegetal, con la privilegiada excepción de algunas especies de coníferas, entre las que se encuentran, afortunadamente, los Pinsapos, (Abies pinsapo), que se continúan erigiendo, como mudo testigo de aquella gran devastación forestal, en hábitat exclusivos como en el Rif Marroquí, en el Parque Natural Sierra de las Nieves y Parque Natural de Grazalema, entre otros hábitat, han tomado buena nota los silvicultores de este inevitable fenómeno, para someterlo a los pertinentes estudios que arrojen más luz sobre el asunto.
Mas, en mi profana opinión, esto se debe a la constante regeneración a que están sometidos todos los seres vivientes del Mundo: morimos para ir dando paso a nuevas generaciones.
Emilio Vázquez. Septiembre de 2014.