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C E N S U R A F R A N Q U I S T A.
La extinta censura de la inquisitoria política de comunicación del régimen franquista, ha dejado patentes secuelas en algunas políticas del Régimen de Administración Local, como me lo ha venido a demostrar la Delegación Municipal de Ediciones, de el ayuntamiento de El Bosque, en los arbitrarios mecanismos que se ufanan en introducir en la edición de la revista que, anualmente, publican, en conmemoración a la festividad de nuestro Patrón, San Antonio, en lo concerniente a los criterios discriminatorios adoptados para la selección de las monografías que deben aparecer en dicha revista.
Al respecto, un servidor se esfuerza y se vuelca cada año en escribir olvidadas historias, de forma amena y atractiva, en la medida que mi limitado talento me permite, al objeto de rescatarlas del olvido y para que nuestros convecinos tengan debida información de unos acontecimientos
acaecidos en nuestro municipio, los cuales les traslado con el máximo rigor, para que prevalezca en la memoria colectiva, y no se escapen por el usillo del olvido.
El precio con el que me pagan los dignos y eruditos censores de la revista en solfa, es, cada año, una sarta de cortapisas e inconvenientes, injustificados, para obstaculizar e imposibilitar la publicación de mi trabajo: “Son demasiadas páginas; el tema no se ajusta al carácter lúdico del anuario…”, etc., etc.

El presente año, 2014, me han rechazado una crónica, que me esforcé en elaborar, para presentarla en forma de composición poética, compuesta a base de, nada menos que, 102 versos, agrupados en tercetos encadenados, porque la consideran demasiado dramática.
Aunque, sumido en una suerte de estupefacción, reacciono, y no me resigno a permitir que el destino de mis versos vuelva a los anales del olvido, optando por publicarlo a través los distintos medios que la informática me brinda, como el Facebook y el Blog de mi pertenencia, denominado ODAS LUGAREÑAS, en cuyo espacio tendréis la oportunidad de honrarme con la lectura de mi escrito, para que ustedes mismos puedan juzgarlo:

INFANTICIDIO EN EL BOSQUE

Un día me va a castigar
San Antonio, porque suelo
en su día revelar,
de gente que está en el cielo,
tragedias acontecidas
en tiempos de mis abuelos:
aquélla fatal caída
de un columpio de barquilla
que le costara la vida
a una preciosa chiquilla,
un día de nuestro Patrón,
por cubrirse las rodillas;
o, cuando la narración
que hice del ‘Tío Civilito’,
en otra celebración
de nuestro Santo Bonito;
y otros, también, dolorosos,
que alguna vez he descrito…
Pero, hubo un crimen monstruoso
aquí, en nuestra población,
que ha sido el más espantoso
de los que tengo noción.
Lo hizo una tía preñada
que no tenía corazón.

Esta mujer trabajaba
en el campo, era mocita
y su ‘amo’ la deseaba,
porque, aunque no era bonita,
estaba en su primavera…
Y un día le pidió una cita
a donde nadie los viera,
y ella se la concedió…,
y, después de la primera,
un romance comenzó
de manera apasionada,
tanto, que ella se quedó
al poco tiempo preñada;
no sabía cómo actuar
y a nadie le dijo nada,
y decidió comenzar
a fajarse fuertemente,
no se le fuera a notar.
Pero, no es tonta la gente,
y alguien de allí se dio cuenta,
y lo tuvo muy presente.
Y al ponerse parturienta,
cogió a la recién nacida
y, de forma muy violenta,
la asfixió, la infanticida.
¡Hay que ser muy criminal
para quitarle la vida
a una niña de pañal!
Mas, como se ha dicho antes,
alguien, de aquí natural,
se había dado cuenta enantes,
y fue, para denunciar,
el factor determinante.
Así que, fue a declarar
ante la Guardia Civil;
y ella hubo de confesar
que, el cuerpecito pueril
de la niña lo ocultó
en un lóbrego sibil.
La Guardia Civil la instó
a exhumarlo, y ella misma
fue quien la desenterró.
Este crimen ocurrió
al límite de unas hazas
que, entonces se le llamó
‘Pasá’ de las Calabazas.
Mas, voy a decir primero
el nombre de la torcaza
que mató de un modo artero
a su hija, sin compasión:
Ana Rodríguez Romero.
Fue octubre el mes en acción
en el que ocurrió este evento
que nos sumió en la aflicción,
del año Mil Novecientos
cincuenta y cuatro. Y regía
nuestro humilde ayuntamiento
un alcalde que vivía,
en la calle de La Fuente,
a la vera de mi tía,
Juan ‘Charrinca’ vivía enfrente;
se llamó Curro Román,
y era un hombre muy decente.
Hay gente que ignorarán
que, además de haber un cura,
también hubo sacristán,
que, con clase, donosura
y una voz terciopelada,
en latín, sin partituras,
le cantaba a la finada
en la misa de difuntos
antes de ser enterrada.
Bueno, sigo en el asunto
del crimen de la inocente:
a las tres y cuarto en punto
PM se llenó de gente,
la Casa Consistorial,
gritando a la delincuente,
pues, trajeron a la tal,
para infligirle un castigo
de inspiración medieval;
-sí, si, que yo fui testigo,
y recuerdo que allí había
muchos más niños conmigo.
El castigo consistía
en recorrer caminando
por el pueblo, varias vías
y alamedas, transportando
a aquélla exánime nena
en una caja. Llorando,
con una profunda pena,
contenido enconamiento
y ávidos de otra condena
que sirviera de escarmiento,
estábamos aquél día
todos los del pasamiento.
Ya, la gente hasta quería
linchar a la abominable
asesina de la cría,
que, aunque fuera inaceptable,
¿no dan ganas de vengar
un crimen tan execrable?
Total, le hicieron pasar
el día peor de su vida;
pero, poco por matar
a su hija. ¡Infanticida!
En fin, llegó al Camposanto
con su niña, la homicida.
Allí arreciaron los llantos,
la indignación estalló.
La gente gritaba tanto…
Mas, cuando ella se asustó,
fue cuando una plañidera
con un palo la agredió;
suerte que estaba a la vera
un guardia con un bigote
y el famoso cabo Vera,
para evitar más azotes.
Creo que no fue ni a prisión;
y estaban entre barrotes,
sin embargo, a la sazón,
muchos, por haber robado
para comer, un melón.
Total, que aquí he terminado
de narraros esta historia,
que yo siempre he conservado
en el hall de mi memoria
desde un tiempo inveterado…
La niña se fue a la Gloria.

Emilio Vázquez Sarmiento.








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