LOS BICENTE

Cada día me siento más ferviente entusiasta de la Asociación del Bicentenario de nuestro pueblo de El Bosque. Los socios componentes de la misma hemos demostrado –supongo que me puedo permitir la licencia de incluirme en esta alabanza- un tesón, una ilusión y un entusiasmo inéditos en nuestra cerril idiosincrasia aldeana.
Que las profusas experiencias acumuladas en mis largos años de nativo bosqueño me confieren patente para poder  opinar sobre el asunto de asociaciones, agrupaciones y proyectos de este género iniciados en nuestro querido pueblo de El Bosque, cuya mayoría han sucumbido en el camino sin llegar a buen puerto ninguno que yo recuerde, con la honrosa excepción de la Agrupación Musical San Antonio que, afortunadamente, ha logrado resistir estoicamente todos los vientos de crisis que han azotado a sus armoniosos arpegios musicales.
Yo he  participado a lo largo de mi vida en numerosos proyectos sociales de este tipo que, a poco de iniciarse se han descuajaringado, cuando no han nacido muertos. Otros que se han ido gestando sin mi participación, con gran profusión de ingredientes de ilusión y entusiasmo por parte de los patrocinadores, tampoco  llegaron a fraguar; se desmoronaban cuando las correspondientes directivas de estas empresas en ciernes debían hacer acopio de orden, autoridad, un mínimo de disciplina, con el consiguiente requerimiento de responsabilidad, puntualidad, etc. a los socios respectivos, cuando éstos comenzaban a renquear o cuando cundía el desánimo, el tedio y la insumisión.
En mi opinión esta desmotivación aparece como consecuencia de que siempre hemos aspirado a obtener sustanciosos réditos a cambio, incluso,  de  actividades concebidas para la cultura y el divertimento social,  las cuales deben ejercerse de modo totalmente altruista y entregado.
De esta forma he asistido al nacimiento de alguna que otra maravillosa compañía de teatro amateur que, pese a cosechar éxitos notables, no llegaron a la adolescencia. Un Teleclub que hacía las delicias de los más jóvenes, funcionó durante algunos  años, el tiempo que duró izado el estandarte de la ilusión en el grueso de los telesocios; los presurosos cambios constantes que se iniciaban en la sociedad, contribuyeron, también, al advenimiento de aquel ilusionante proyecto: fue el comienzo de los amores prematuros con su fuerte aportación de adictivo sexo adolescente; la adicción, también, a la nicotina y al alcohol y diversos factores más que iban dispersando precipitadamente la unión y las reuniones, y minando el bello concepto de naturaleza gregaria que se respiraba entre nosotros…

En la Década de los sesenta, una sala del antiguo edificio del ayuntamiento de La Villa de El Bosque le fue cedida  a Ulises Castillo Reguera, petición que formuló a tenor de que la Corporación Municipal pusiera en conocimiento de los interesados la promoción de tímidas ayudas para un plan de desarrollo cultural y educacional promovido por la Diputación Provincial, asunto que aprovechó Ulises, para acercarnos matices de la cultura pradense, municipio del que era natural, y se afincó en El Bosque a raíz de contraer matrimonio con una nativa bosqueña. En fin, que se ofreció a la alcaldía para, de forma totalmente desinteresada, trasladar sus conocimientos musicales a un grupo de alumnos que pretendía formar creando un aula de solfeo  en la descrita sala municipal.  Una vez admitida su propuesta por parte del Cabildo Municipal se empleó en el oficio de maestro de música, oficio que conocía toda vez que él había ejercido como músico en la que era ya tradicional banda de Prado del Rey (Cádiz).
Allí hice yo mis pinitos musicales que, quedaron en eso, en pinitos solamente porque, como todo lo que se promovía, también fracasó aquella bonita empresa urdida por el ánimo entusiasta del entrañable amigo Ulises.
Al menos me queda el regusto del recuerdo de las sesudas lecturas que hacíamos del pentagrama, con sus esotéricas notas Redondas, Blancas, Negras, Corcheas, Semicorcheas, Fusas y Semifusas. Las claves de Sol, de Fa, etc.  Los tiempos, las pausas, los silencios, etc. etc.

Más tarde constituimos con recalcitrante entusiasmo una Asociación de vecinos que también desapareció cuando se comenzó a instar a los socios a que acataran la obediencia debida y los preceptos fundamentales de  los estatutos, actuación imprescindible para poder llevar a cabo acciones que requerían de la participación y el compromiso  de todos los susodichos socios, es decir, la aprobación por mayoría absoluta en las asambleas y posterior desarrollo, con la implicación general de los componentes…
No seguiré con los fracasos y me ceñiré al nuevo evento de la Recreación Histórica, con la que iniciamos el presente escrito. Pero he considerado oportuno reseñar con breves datos un perfil de la historia de los cuantiosos intentos de proyectos fallidos emprendidos en nuestra localidad de El Bosque, para saber valorar con mayor precisión el logro conseguido con la joven Asociación del Bicentenario de la Guerra de la Independencia, creada en Noviembre del pasado año 2010, para conmemorar los acontecimientos acaecidos, como causa de la invasión napoleónica,  durante aquéllas trágicas calendas en El Bosque (Cádiz).
Puede decirse que, aunque nació con vigor y, casi, con frenesí; y entre el arrobamiento apasionado de docenas de cientos de entusiastas seguidores inició su andadura,  nadie podía sospechar  que su  desarrollo pudiera alcanzar con tanta celeridad la aceptación y los logros que, a corto plazo, iba a obtener. Pues en principio se pensaba que sólo se haría una recreación anual en nuestra Villa; más, cuando cundieron las noticias   del éxito apoteósico conseguido en la primera actuación, contrataron nuestro espectáculo en Ubrique, Algodonales, Benaocaz, Espera y, por último, nada menos que en Cádiz, Cádiz capital. La importancia y el gran mérito que se deriva de  dicha actuación en la capital gaditana,( donde, dicho sea de paso, también obtuvimos un éxito clamoroso) se debe a que Cádiz  es la ciudad histórica por excelencia en la materia de estas representaciones, o sea,  la cuna del Bicentenario, distinción de la que es digna acreedora  por haber sido sede de las celebérrimas Cortes  de Cádiz (LA PEPA) y la Constitución del 1812. Y, triunfar allí, constituye todo un gran honor al tiempo que una gran gesta, y un motivo de inenarrable orgullo para los  B I C E N T E, (nombre con el que yo denomino a los miembros de la Asociación en solfa).
Sin la entrega,  la dedicación, la plena participación y puntualidad en los entrenamientos y reuniones y el entusiasmo espartano que le concedemos al evento, no hubiera sido posible lograr ningún objetivo.
Estas virtudes se han configurado una vez perfilado los componentes del  grupo y ha aflorado la vocación de quienes verdaderamente estaban interesados en sacar la Asociación adelante, quedando atrás los que sólo querían saborear vivencias nuevas, mostrándose reacios a asumir los menesteres que conlleva este asunto y cualquier tipo de disciplina, e, incluso, atender las  exiguas cuotas anuales de las que se sustenta la Asociación.
Por tanto, en mi opinión, hemos quedado comprometidos los personajes justos e idóneos para sacar adelante esta empresa con tesón y con entusiasmo.

Entre nosotros puede decirse que reina una armonía y una unión cuasi perfecta. Todos estamos de acuerdo con todo, vamos, con todo lo que sea razonable que, hasta ahora, lo ha sido todo.
Con decir que nadie obligaba a nadie a actuar en pleno mes de agosto, y lo hemos hecho sin rechistar, bueno, al contrario, con sumo placer, en Espera y Cádiz, respectivamente
A Cádiz acudimos el sábado, 25 de agosto de 2012, en dos autobuses fletados para la ocasión. Llegamos al punto de encuentro fijado por la Asociación hermana que nos invitó, sin problemas, muy al contrario, encantados de hacerlo todos reunidos en franca familiaridad y compañerismo, actitudes que se tradujeron a lo largo de todo el viaje en chácharas graciosas, gracietas  y chistes entre el personal de a bordo, entre los que se oían menudas voces de crío al fondo del vehículo.

Al apearnos fuimos invitados a unas consumiciones en un bar cercano a la parada. Nos refrescamos y descansamos un par de horas antes de la actuación y recibimos instrucciones del personal responsable de la Asociación gaditana y, también, por parte de los encargados nuestros.
Con un formación compuesta por los guerrilleros delante y las tropas napoleónicas detrás, se inició el desfile de rigor por el itinerario marcado, flanqueado por multitudes de gaditanos que, expectantes, nos observaban con cierta curiosidad y sorpresa en el amplio escenario de las calles de Puntales. (Nombre que recibe el barrio donde actuamos)

Acabado éste, comienza el espectáculo de los enfrentamientos entre españoles y franceses: Representación de escaramuzas, ataques, emboscadas, griterío  y peleas entre contendientes; puesta en escena de interfectos y simulación de  heridos y llantos desgarradores… Todo el fragor de la lucha acompañado de un ruidoso y profuso tiroteo, producido por trabucos y pistolas dieciochescas, que no cesó durante toda la intervención, dejaron atónitos y sordos a los sorprendidos espectadores, buena parte de los cuales se convirtió en una improvisada nube de fotógrafos, capturando cuantas escenas les resultaba posible.
Acabamos de guerrear con gratificante satisfacción, sentimiento causado por la hilaridad que surge siempre que se ha cumplido bien con el deber. En el desfile final el público nos regaló una cerrada y prolija ovación; y la Asociación anfitriona nos convidó a una copiosa cena, que tuvieron que organizar por turnos, en un establecimiento ubicado en medio de una abigarrada feria que celebraban los vecinos de Puntales, donde proliferaban las modernas atracciones de feria, repletas de jóvenes y de los más pequeños.

Algunos pensábamos que durante el regreso podría cundir el tedio y el sueño como consecuencia del cansancio; nada más lejos de la verdad, pues, poseídos  por la euforia del éxito que habíamos logrado, desterramos el aburrimiento e invocamos la alegría y la algazara, y puedo decir subjetivamente que, es el viaje que más corto me ha sabido de cuantos en mi vida he hecho de regreso de Cádiz. Hasta el punto de que, había voces que solicitaban al conductor, que continuara hasta Barcelona aunque cada cual –decía- hubiera de pagar seis euros de su bolsillo.
Bueno, bueno, aquello se parecía más a las veladas que se celebran en los  cruceros, que el humilde retorno de una expedición en autobús a El Bosque:
Acabando de tomar posesión de los asientos de a bordo, ya se respiraba un sano ambiente de fraternidad y compartida alegría entre los BICENTE, que se fue materializando más y más a medida que evolucionaba el vehículo por el lóbrego camino del regreso.

El conductor que mostró una gran complicidad con el grupo y un enorme sentido del humor, o sea, que resultó ser un tío competente, nos captó el estilo de música que deseábamos escuchar, y, al tiempo que reproducía bellísimas canciones de la Época Prodigiosa, se arrancaba acompañando al cantautor del CD; empatizamos rápidamente con él, y todo el autobús vibraba con los acordes de las bellísimas canciones, poniendo cada cual los mejores  tonos que alcanzaban sus pechos y  gargantas.
Resultó muy divertido porque, los más ingeniosos, actuaban por libre agregando al conjunto musical en que nos habíamos convertido, aportaciones personales de voces y acordes, unos emulando a un soprano, otros al barítono, algunos, tapándose la nariz, emitían armónicos ruidos que semejaban  trompetas u otros instrumentos; toda esta tremolina  modificaba  graciosamente el ritmo de las piezas musicales en solfa.
Los más pequeños se hacían oír entonando a gritos menudos y  a coro en el fondo del autobús  los aires de la Guerra de la Independencia con que acompañamos el final de cada Recreación Histórica, los cuales hubieron memorizado mejor que nosotros; y el ritmo y las cadencias eran perfectos. ¡Vaya con los niños!
Allí primaba un extraordinario ambiente de alborozo y camaradería; o, como se dice coloquialmente, había buen rollo. Por todo, no podía resultar más placentero el regreso a bordo del Autobús de la Alegría, como deberíamos haberlo llamado a raíz de la larga serie de regocijadores avatares que allí se produjeron aquella feliz e inolvidable velada, pues, para mí, aquel divertido retorno nocturno, bien merecía elevar su calificación al rango de velada.
Como colofón repito: Hoy por hoy soy un amante apasionado de la Asociación del Bicentenario.
                               ¡L A R G A   V I D A   A   L O S   B I C E N T E!
 ¡Q U E   V I V A   L A   A S O C I A C I Ó N  D E L   B I C E N T E N A R I O!

Emilio Vázquez Sarmiento


2 comentarios:

ARO dijo...

Con los Bicente no hay quien pueda, perduraremos por los siglos de los siglos, al menos hasta el tricentenario.

Flamenco Rojo dijo...

Larga vida a los Bicente!!!

Un fuerte abrazo.