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LOS ÁNGELES DEL PAPA





La actitud indiferente que, hasta ahora, me merecían los movimientos y grandes congregaciones que se originan cada vez que un papa acude a cualquier lugar de la cristiandad, acaba de cambiar diametralmente para mi, a raíz de observar y reflexionar detenidamente, una y otra vez, la paz, concordia y, en definitiva, la ejemplaridad que los jóvenes peregrinos están mostrando, tanto moviéndose en grupos, así como en grandes tumultos y mareas humanas, como las originadas en su pacífica visita a nuestro, cada vez, menos hospitalario país.
Sí, he de confesar, que el agnosticismo vendaba mis ojos ante esos eventos de tal manera, que ni siquiera me molestaba en escuchar ni ver en las noticias de la tele ningún programa relacionado con el tema que nos ocupa, es más, hasta cambiaba de canal cuando esto sucedía. Pero, eso sí, sin desprecios, imprecaciones ni insulto alguno que pusiera en tela de juicio mi respeto hacia todos las políticas credos, creencias, etc., etc. Además, lo llevaba muy discretamente. Y no sólo eso, hay más: jamás le he inculcado a mis hijos ideas ni a favor ni en contra, no sólo de la religión, si no de política ni de nada concerniente a decisiones que, de ese calado, deben tomar ellos, a su debido tiempo. Especialmente, para que éstos eligieran su propia singladura en este sentido; que, tiempo tendrían de eligir, como así ha sido: cada cual pertenece o es simpatizante del partido político más afín a su idiosincrasia, igual que la religión que, aunque no son muy practicantes, sí son cristianos, y bautizados están todos, con la correspondiente Primera Comunión celebrada, plasmadas en las fotos de rigor y de nostalgias, que aparecen en el álbum familiar y digitalizadas.


Me ha conmovido y emocionado el extraordinario comportamiento que se observa en la inmensa mayoría de la joven muchedumbre Católica Apostólica y Romana reunida en la capital de España. Es un referente a seguir para todos los jóvenes del mundo entero. Sobre todo, en estos dramáticos momentos que atravesamos en todos los confines de la Tierra, de insumisiones, vandalismos exacerbados y guerras intestinas y cruentas, afectando, de una manera u otra, a casi todos los países, como ha ocurrido recientemente en Inglaterra, está ocurriendo en el mundo árabe y sudamericano, e, incluso en la propia España, con las bandas de incendiarios y salteadores que están emergiendo por doquier, cada vez más y más violentas.



-Puede ser que este fenómeno que me afecta en la actualidad, se deba a la correspondiente bajada de las defensas y a la decadencia neuronal que conlleva la madurez, haciéndome más sensible, vulnerable y asustadizo a determinadas cuestiones, preferentemente a las religiosas; como le ocurrió al inefable Unamuno, quien se pasó la vida entera renegando de Dios, y al final de sus días murió abrazado a nuestra fe católica.
Lo cierto es que me he vuelto mucho más sensible que cuando tenía veinte sonrientes años, en estos temas sociales: será, también, que la cascada que despeña a los años me hace ‘agarrarme a un clavo ardiendo’; pues no son pocos los amigos que, a las puertas de la senectud, acaban acudiendo a todas las misas que se celebran en su feligresía, mientras antaño no han querido saber, siquiera, que en los templos se celebraba la Santa Eucaristía. Puede ser-.



Pero, no, no creo que me afecte ninguna anormalidad psicológica, causante de permitirme ver con claridad un axioma tan palmario como el presente tema en solfa:
Estos millones de chicos cristianos llevan hasta en el rostro plasmada la mesiánica bondad de la fe que profesan, lo que justifica con creces que, “la cara es el espejo del alma”. Por lo cual estoy convencido que la fe no sólo modela el modus vivendi de sus practicantes, si no que también lo hace con sus rasgos físicos.


Hay quienes hablan del efecto narcotizante que opera sobre ellos, aludiendo, incluso, la dudosa sentencia de aquel conocido marxista que rezaba: “La Iglesia es el opio del Pueblo”. Mas, subjetivamente, pienso que es más positivo ese dulce narcótico que segregan las hipófisis de estos chicos y chicas, llamado endorfina, -pues a otro narcótico no pueden referirse, porque, entre otras numerosas virtudes que poseen estas buenas gentes, se encuentra la ausencia de consumo de drogas-. Consumir drogas duras euforizantes conlleva que, antes de destruir las torpes mentes de sus consumidores, revientan los susodichos adictos cuanto se les pone en el camino, aunque para ello precisan de la congregación de hordas que alimenten su ‘valentía’.
Ya hay pandillas de ateos que andan increpando y provocando a los visitantes en solfa, sin motivo alguno ni contingencia, ni actuaciones pendencieras que se les pueda atribuir a estos buenos cristianos.
Siempre está la excepción, como la del cristiano perturbado que planeaba atentar contra los provocadores, pero, afortunadamente, la experta policía lo interceptó a tiempo.


También podemos censurar episodios del negro pasado de la iglesia católica, como la Santa Inquisición y otras funestas barbaridades cometidas por la institución. Mas hay que reconocer que atrocidades han cometido todos los estamentos; mas puede apreciarse como la Iglesia ha sabido redimirse, y ha progresado muy positivamente hasta nuestros tiempos; cierto que existen casos, atropellos y abusos deleznables, cometidos por religiosos que han hecho añicos sus sacros votos vulnerado las más peligrosas reglas de la fe cristiana, capitulando con actos lascivos o lujuriosos que empleaban para abusar de los menores. Eso es injustificable, condenable y repugnante, pero no dejaremos de reconocer que, como humanos que somos, cometamos las personas aisladas felonías de este tipo, que se cometen, por desgracia, en todas partes y en todos los gremios; aunque es público y notorio que han llenado de sombras el resplandor de la luz católica. Mas, en el castigo va la penitencia, -como ellos dicen- y el suyo, si verdaderamente creen, será apocalíptico, allá en los cielos cuando les sobrevenga el temido Juicio Final. Y aquí en la Tierra, también cumplen sus condenas, como Dios manda, –nunca mejor dicho-.

Pero, volviendo a ceñirme sobre esta pacífica muchedumbre, seguidora incondicional de su Santo Padre, he de repetir que son un paradigma para todos nosotros.
Se sabe sobradamente que existen multitud de religiones, sextas y otras congregaciones; y que se veneran más de seis millones de dioses en el orbe, pero ¿cuántas no son aguerridas en la actualidad? ¿Se puede decir lo mismo de la cristiana? ¡NO! La evidencia está en Madrid: soportan los cristianos estoicamente un sol de justicia que cae en Madrid con extrema ferocidad, tanta, que se desploman muchos, desvanecidos; duermen en duros lechos proporcionados en campos deportivos, en plena calle y, los más afortunados, son alojados por familias afines a su fe, ofreciéndoles, también, lo que tienen: el duro suelo del salón o el comedor y algunas sábanas, para que no duerman, al menos a la intemperie; la comida es frugal y modesta, igual que los colores sutiles de su ligera indumentaria; sus cantos de alabanza no ofenden a nadie. En definitiva, recuerdan a los celestiales querubines que nos muestra la Historia Sagrada y la edición ecuménica de la Santa Biblia.


Visto esto, ¿por qué practicamos esa discrepancia, maledicencia e incluso odio hacia ellos? La verdad es que no lo entiendo.
Aducen muchos insumisos que no saben ni sumar, que luchan y se manifiestan para que no ocasione el gobierno gastos tan elevados en atender la egregia visita papal y el numeroso séquito de creyentes que se congrega en derredor de su presencia. No soy economista, pero tampoco ciego, y estimo que, con lo que se gastan en el recibimiento, pienso que salimos, como se suele decir, “lo comido por lo servido”. Lo que ocurre es que unas actitudes tan encomiables tal la que hemos experimentado con este ingente acontecimiento, echa por los lodos toda la ‘filosofía’ de estos movimientos nihilistas, que sólo saben ocasionar ruinas. ¡Y eso sí que originan cuantiosos gastos y daños irreparables!


Lo que ocurre, en mi opinión, es que nuestro mundo está abocado al fracaso, a la destrucción impulsada por la influencia humana, y todos los proyectos y avances positivos que, sucesivamente acontecen, son arruinados por una Mano Negra, cuyo objetivo no comprendo; porque ellos mismos acabarán hundiéndose en las procelosas aguas que agitan, cuando la embarcación de la vida acabe zozobrando.

Posdata.-
Como colofón he compuesto un estribillo en forma de redondilla para acoplar a un canto juvenil-religioso, que ofrezco, humildemente a estos jóvenes cristianos, por si les viene bien usarlo como suyo:

No he visto en mi vida a Dios;
mis ojos tampoco han visto
al bueno de Jesucristo.
Pero los amo a los dos.
Agosto, 2011. E.V.S.






3 comentarios:

Flamenco Rojo dijo...

Querido Emilio, en principio he de decirte que me declaro incompetente para opinar de algo en lo que no creo…dicho lo cual me atrevería a decir que hoy por hoy la Iglesia Católica apuesta más por la teología de la cruz que por la de la felicidad, que según los escritos es la que predicaba Jesús.

Desde mi punto de vista son tantos los pecados que tiene pendiente el Vaticano que lo deslegitimiza para adoctrinar a tantos jóvenes…Desde las oscuras finanzas de su banco involucrado en escándalos de corrupción, el ocultamiento en tantos casos de pedofilia del clero, la discriminación femenina al no permitir acceder a la mujer al sacerdocio, el mantenimiento del celibato, la cruzada contra todo tipo de sexualidad que no sea la encaminada a la procreación, ese estar en contra de cualquier avance de la ciencia (células madres, eutanasia, etc)…Son pecados en los que no sólo deben confesarse, en algunos casos deben pedir perdón a la humanidad.

Da la impresión que al Vaticano le duele la felicidad de la gente, prefiere el sacrificio, el dolor, el martirio, la muerte…Y según lo que nos cuentan la escrituras Jesús se dedicaba a curar, sanar, resucitar, a dar pan a los que no tenían, de beber al sediento…Algo o mucho no funciona como nos lo han contado desde chiquetito.

No quisiera terminar el comentario sin decir, desde mi agnosticismo, el respeto que me producen todas las creencias que no comparto.

Un abrazo.

ARO dijo...

¡Alabado sea Dios!

De Lorenzo Román. dijo...

Emilio, me identifico con el comentario de Flamenco Rojo; la iglesia tiene más pecados que cualquier mortal y por ellos debería pedir perdón... " Haz lo que yo te diga, no lo que yo haga..." Este es el lema por el que se rigen y quieren implantar a la sociedad. Respeto la opinión de todos los creyentes - yo soy católico según mis principios, nunca por interés - pero no los comparto, por que como dices en esta entrada, ¿ con la edad se acercan más a la iglesia o a Dios...? ¿ O quieren el perdón de sus pecados por que ven que les queda poco...? Por desgracia la muerte no tiene edad - pobres ilusos - y, como dice ARO, alabado sea Dios...
un saludo.

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