Sin apenas previo conocimiento del asunto, me encuentro a bordo de un autobús con mi mujer, fletado por la Asociación de Mujeres de El Bosque, quienes hubieron organizado una excursión a Málaga, cuyo principal objetivo suponía visitar el museo de Picasso.
Ignoro quién nos inscribió en el listado de los pasajeros, con quien, gratamente, compartimos el evento; lo cierto es que todo fue improvisado.
Mas, cuando digo grato, es porque nos divertimos mucho y disfrutamos de la que resultó ser una excelente vivencia merced a los estupendos compañeros con quien compartimos el avatar.
Llegamos a Málaga tras recorrer rutas siempre impresionantes, por medio de paraísos orográficos tal la sierra de Antequera con su famoso Torcal; pueblos de postales como Zahara de la Sierra, Olvera, cristiana y mora, Almargen, Campillo…
Paseamos por las céntricas calles, avenidas y maravillosos vericuetos del casco antiguo de Málaga y su sólida y esbelta catedral. Tomando un aperitivo cerca de la descrita catedral, hasta tuvimos la feliz oportunidad de presenciar una boda que se celebraba en una iglesia cercana. Los contrayentes debían pertenecer a una clase acomodada a juzgar por el rango y abolengo que presentaban los novios, padrinos e invitados: tocados surrealistas, vestidos vaporosos, encopetados trajes de ‘pingüinos’… En las fotos se pueden apreciar detalles del himeneo y la expresión de curiosidad en los rostros de los transeúntes, entre los que se encuentra parte de nuestro grupo.
Y por fin la ansiada hora de visitar el museo de Picasso.
Cuando acabamos la visita hube de preguntar a Amaranta por el significado de algunos cuadros, dibujos y pinturas disimétricas de la exposición que no entendía, quien, amablemente, atendió mi requerimiento, prodigándose con todo género de explicaciones.
Al término de dicha visita nos dirigimos al que dicen ser uno de los jardines botánicos más variopintos e importantes de Andalucía, el cual, como es de suponer, se encontraba ubicado en los aledaños malagueños. Mas para nuestra frustración y estupor, ya estaba cerrado el mismo. “No pasa nada”, dijo alguien sabiamente para que no cundiera la inútil exasperación. “En otra ocasión vendremos a visitarlo”.
Así que, volvimos a bordo del bus que nos devolvió a nuestro edénico lugar de origen: EL BOSQUE.
El resto lo expresan las presentes improntas que, a continuación ilustran el acontecimiento.
E.V.S.
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