Me encuentro inmerso en una incipiente depresión ocasionada por motivos personales de peso, estado que me producen una apatía y una desmotivación que impiden desarrollar mi actividad literaria en la medida que yo deseo.
Es como si de pronto se me hubiese desecado la materia gris de mi cerebro dejando yermo el páramo de mi modesta inventiva e inspiración.
Incluso para escribir la presente página debo hacer un sobreesfuerzo, ¡cómo estaré..!
Mas, prometo que, en cuanto salga de la psicopatía que me atenaza, glosaré eventos de nuestras bonitas excursiones hechas por las frondosas sendas, parajes y vericuetos de nuestro entrañable Albarracín, en las que participamos el andariego, entusiasta y ávido de adquirir amplios conocimientos forestales -objetivo que logra de modo sobresaliente- Paquito López Marín; Jesús Benítez, que ilustra magistralmente nuestras narraciones con las bellas improntas que obtienen su audacia y sus estupendas cámaras; Antonio Ramírez, quien, para que le echen una mano en su libro, anda buscando musas a destajo por entre las huecas de los viejos quercus y en los riscos de la alta sierra, así como bajo los algarrobos vetustos que adornan las laderas de Las Lomas, sobre todo en el dulce declinar de las tardes de febrero cuando éstos proyectan sombras de esmeralda, codiciadas tanto por la avezada pluma como por la pequeña cámara del personaje en solfa; Mateo Hinojo, quien con su inseparable can y sus gafas de sol redondas, destierra todos los males óseos de los que anda aquejado en cuanto comienza la aventura del camino; y yo, que me siento como el abuelo de todos, caminando torpemente, sirviéndome de un bastón acrílico y tocado con una gorra americana que me protege de los malignos rayos solares y unas gafas de sol de Estambul que uso como elemento protector contra la fotofobia.
Es como si de pronto se me hubiese desecado la materia gris de mi cerebro dejando yermo el páramo de mi modesta inventiva e inspiración.
Incluso para escribir la presente página debo hacer un sobreesfuerzo, ¡cómo estaré..!
Mas, prometo que, en cuanto salga de la psicopatía que me atenaza, glosaré eventos de nuestras bonitas excursiones hechas por las frondosas sendas, parajes y vericuetos de nuestro entrañable Albarracín, en las que participamos el andariego, entusiasta y ávido de adquirir amplios conocimientos forestales -objetivo que logra de modo sobresaliente- Paquito López Marín; Jesús Benítez, que ilustra magistralmente nuestras narraciones con las bellas improntas que obtienen su audacia y sus estupendas cámaras; Antonio Ramírez, quien, para que le echen una mano en su libro, anda buscando musas a destajo por entre las huecas de los viejos quercus y en los riscos de la alta sierra, así como bajo los algarrobos vetustos que adornan las laderas de Las Lomas, sobre todo en el dulce declinar de las tardes de febrero cuando éstos proyectan sombras de esmeralda, codiciadas tanto por la avezada pluma como por la pequeña cámara del personaje en solfa; Mateo Hinojo, quien con su inseparable can y sus gafas de sol redondas, destierra todos los males óseos de los que anda aquejado en cuanto comienza la aventura del camino; y yo, que me siento como el abuelo de todos, caminando torpemente, sirviéndome de un bastón acrílico y tocado con una gorra americana que me protege de los malignos rayos solares y unas gafas de sol de Estambul que uso como elemento protector contra la fotofobia.
1 comentario:
Te has dado cuenta como no es el mismo quejigo.Emi.
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