A. G. M.
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El almuerzo ha sido formidable, más que un almuerzo se podría llamar las Bodas de Caná de Basilea.
En mi opinión ha sido un acierto sin precedentes celebrar el ágape trimestral de la Asociación Gastronómica en la Venta Julián.
El estupendo servicio y el opulento banquete nos sorprendió gratamente a todos los comensales; estaba compuesto por un variopinto y suculento menú regado con buenos caldos que ingerimos hasta la saciedad.
Otra maravillosa sorpresa nos aguardaba en la sobremesa: el soliloquio de un electricista paisano, que ha resultado ser de lo más interesante amenizando y animando la fiestecilla y el bailongo organizado para la ocasión. Un músico genial, diría yo, por las virtudes que desgrana con su música entrañable y nostálgica. Nunca había yo reparado en la dualidad musical del chico en solfa, mas a poco que le presté la atención que merece, descubrí que, sencillamente, es bueno, muy bueno. Tanto, al menos para mi, que me hizo derramar perladas lágrimas mejilla abajo por la sutil interpretación que da a los aires de nuestro maravilloso tiempo. Daba la impresión de que, a pesar de su juventud, había vivido los descritos tiempos, por la pasión y el énfasis que le ponía a cada estrofa, a cada matiz de sus interpretaciones. Me regodeó parodiando a Joaquín Sabina; pone toda la carne en el asador. En realidad me gustaron todos los temas que interpretó. Quedé, vamos, encantado.
Mas, no había salido de mi asombro, cuando mi amigo Antonio se acercó al órgano y, tomando el micrófono entre sus manos, interpretó deliciosamente, al alimón con el músico aludido, una o dos melódicas canciones, boleros creo que eran, demostrando que es el tío un 4X4, un todoterreno, que lo mismo lidia con la política que con la lírica en todas sus facetas, o actúa de cronista oficial de la villa mediante su blog. Hizo las delicias de todos los presentes que aplaudían a reventar.
Las parejas, algo eufóricas por el etílico consumido, se entregan al baile al compás dulzón de los boleros, unos apasionadamente como puede apreciarse en algunas de las improntas que se acompañan, otros por mera diversión y varios con galantería. En definitiva, todos disfrutando de la inesperada y estupenda velada que surgió.
El fantasma de la cacareada crisis quedó desterrado por el mágico espacio de tiempo en que nos empleamos en dichas diversiones.
El colofón lo pusimos Antonio, Manolo, yo y las correspondientes hormonas, en el bar La Maestranza tomando unas consumisiones.
Esta mañana, mientras esto escribo, lo hago con el recuerdo y la nostalgia envueltos en una leve resaca.
Adios.
30/11/08 E.V.S.
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El almuerzo ha sido formidable, más que un almuerzo se podría llamar las Bodas de Caná de Basilea.
En mi opinión ha sido un acierto sin precedentes celebrar el ágape trimestral de la Asociación Gastronómica en la Venta Julián.
El estupendo servicio y el opulento banquete nos sorprendió gratamente a todos los comensales; estaba compuesto por un variopinto y suculento menú regado con buenos caldos que ingerimos hasta la saciedad.
Otra maravillosa sorpresa nos aguardaba en la sobremesa: el soliloquio de un electricista paisano, que ha resultado ser de lo más interesante amenizando y animando la fiestecilla y el bailongo organizado para la ocasión. Un músico genial, diría yo, por las virtudes que desgrana con su música entrañable y nostálgica. Nunca había yo reparado en la dualidad musical del chico en solfa, mas a poco que le presté la atención que merece, descubrí que, sencillamente, es bueno, muy bueno. Tanto, al menos para mi, que me hizo derramar perladas lágrimas mejilla abajo por la sutil interpretación que da a los aires de nuestro maravilloso tiempo. Daba la impresión de que, a pesar de su juventud, había vivido los descritos tiempos, por la pasión y el énfasis que le ponía a cada estrofa, a cada matiz de sus interpretaciones. Me regodeó parodiando a Joaquín Sabina; pone toda la carne en el asador. En realidad me gustaron todos los temas que interpretó. Quedé, vamos, encantado.
Mas, no había salido de mi asombro, cuando mi amigo Antonio se acercó al órgano y, tomando el micrófono entre sus manos, interpretó deliciosamente, al alimón con el músico aludido, una o dos melódicas canciones, boleros creo que eran, demostrando que es el tío un 4X4, un todoterreno, que lo mismo lidia con la política que con la lírica en todas sus facetas, o actúa de cronista oficial de la villa mediante su blog. Hizo las delicias de todos los presentes que aplaudían a reventar.
Las parejas, algo eufóricas por el etílico consumido, se entregan al baile al compás dulzón de los boleros, unos apasionadamente como puede apreciarse en algunas de las improntas que se acompañan, otros por mera diversión y varios con galantería. En definitiva, todos disfrutando de la inesperada y estupenda velada que surgió.
El fantasma de la cacareada crisis quedó desterrado por el mágico espacio de tiempo en que nos empleamos en dichas diversiones.
El colofón lo pusimos Antonio, Manolo, yo y las correspondientes hormonas, en el bar La Maestranza tomando unas consumisiones.
Esta mañana, mientras esto escribo, lo hago con el recuerdo y la nostalgia envueltos en una leve resaca.
Adios.
30/11/08 E.V.S.
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